martes, 7 de marzo de 2017

ESPAÑA, EN EL NÚCLEO DURO

Ante las amenazas que se ciernen sobre la Unión Europea, el presidente francés, Françoise Hollande, organizó una minicumbre, en el Palacio de Versalles, donde estuvieron también los mandatarios de España, Mariano Rajoy, de Alemania, Ángela Merkel y de Italia, Paolo Gentiloni. Es la segunda reunión de este tipo y con los mismos protagonistas que se hace en poco tiempo y eso revela la preocupación de los dirigentes de los Estados mas importantes de Europa por lo que ha sucedido, como el Brexit, y peor aún, por lo que podría suceder, la desintegración de la Unión si en algún país, como Francia, triunfan opciones políticas que están claramente al alza. Curiosamente, las amenazas que están en el horizonte no son externas, a pesar de la nueva política proteccionista de Donal Trump y de que a Vladimir Putin le encantaría que la Unión Europea se desintegrara, sino internas, porque a la ruptura británica se une una pléyade de euroescépticos que ha crecido como la espuma, a pesar de que algunos de ellos han sacado muy buena tajada de la integración. Ante el vértigo que provoca lo que puede llegar a pasar, las principales economías de Europa Occidental, Francia y Alemania, quieren volver a la idea de una Europa de dos velocidades, en decir, un núcleo duro donde estén los cuatro países mas potentes y donde se podrían agregar algunos otros mas pequeños, pero con economías saneadas. El resto, es mas que probable que acabaran fuera, que se cayeran por las alcantarillas. Esta sería una consecuencia indeseable de la irresponsabilidad de haber incorporado a la Unión un montón de países con economías en bancarrota y/o que habían falsificado sus cuentas, como Rumanía, Bulgaria y Grecia, por ejemplo, pero sería el mal menor.
Después de escuchar los discursos que en Versalles se dijeron, parece que el único que tiene las cosas claras es el presidente español, Rajoy, al que no le ha afectado todavía el pánico de una posible desintegración. Mientras que los demás líderes solo pretenden salvar los muebles y salvaguardar el mercado único, Rajoy puso el dedo en la llaga diciendo, sin ambages, que España lo que quiere es una mayor integración y que, si se va por ese camino, nuestro país va a estar en primera fila. No debemos olvidar que en España se celebró un referéndum donde la ciudadanía aprobó la Constitución Europea, una carta magna que los mismos que ahora se erigen en defensores de Europa tiraron a la papelera de la Historia. No solo eso, España recibió buenos dineros de los fondos de cohesión, pero los españoles hicieron un gran esfuerzo para integrarse en la moneda única, perdiendo mucho poder adquisitivo al pasar de la peseta al euro, algo que no sucedió en Francia, por ejemplo, donde por ley se prohibió subir los precios aprovechando el cambio de moneda. Pero, sobre todo, y a pesar de que España es el único país de Europa que tiene parte de su territorio en África, el sentimiento europeísta de los españoles, al contrario del de los británico y otros muchos, es inequívoco y va mucho mas de las ventajas de una integración económica y monetaria, va mucho mas allá de la cartera, está en el corazón. Durante mucho tiempo Europa fue el referente donde se miraban los españoles que vivían en una dictadura aislada, retrógrada y fascista y las ansias de tener los mismos derechos y libertades que tenían los franceses, los holandeses, los belgas, los alemanes, etc, de poder formar parte de aquella comunidad, eran muy fuertes y lo siguen siendo. La UE solo sobrevivirá si avanza hacia una mayor integración y una verdadera unión constitucional y política, donde Europa no solo sea un área económica, sino una verdadera comunidad de pueblos con unos valores y un destino común. Esa es la Europa que España quiere y Mariano Rajoy lo dejó muy claro en el Palacio de Versalles.


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