La ciudad norteamericana de Detroit,
también conocida como Motor City, por el auge que tuvo en el pasado reciente su
industria automovilística, se ha declarado en quiebra, al no poder hacer frente
a una deuda de 18.000 millones de dólares. El caso de Detroit no es una singularidad
en los EE UU, ya que, desde el año pasado, se han declarado en quiebra otras 7
ciudades. En la mayoría de los casos la causas han sido la crisis económica y
la explosión de la burbuja inmobiliaria, pero hay algunos otros (aconsejo tomar
buena nota) donde, por ejemplo, el motivo de la quiebra ha sido la construcción
de una incineradora, como ha sucedido en Harrisburg, Pensilvania, aunque esta
bancarrota fue rechazada por las leyes del Estado.
Sin embargo, lo llamativo de la
noticia no debería ser la quiebra de esas ciudades, o en concreto de Detroit,
porque esa medida es un proceso legal que permite a una persona física o jurídica,
que no pueda afrontar sus obligaciones de pago, descargarse de la responsabilidad
de afrontar alguna de ellas, sino la calamitosa situación socioeconómica en que
se encuentran condados enteros en los EE UU. Las leyes federales permiten a los
gobiernos locales declararse en bancarrota siempre que la misma esté permitida
por las leyes del Estado y cada uno de ellos impone sus limitaciones y
cuantifica y evalúa la situación para que los municipios puedan acogerse a esa
medida extrema.
El caso de Detroit es particularmente
patético porque esta ciudad es todo un símbolo de EE UU y de la gran historia
de su industria automovilística. El municipio ha perdido el 60% de la población
que tenía en los años 50, pero en los últimos diez años ha perdido un cuarto,
quedando muchas partes de la ciudad convertidas en barrios fantasma. El
análisis de procesos como este es imprescindible para comprender que la actual
crisis empezó en realidad hace mucho tiempo, con el fenómeno de la
sobreproducción industrial, y que la globalización y el fin cantado del proceso
especulador financiero-inmobiliario solo la han agudizado.
La quiebra de algunas ciudades de
los EE UU es solo un grano de arena si lo comparamos con la Gran Quiebra de
todo el país con la que el día menos pensado nos podemos desayunar, que no sorprender,
si tenemos en cuenta que USA debe mas de 16 billones de dólares.
En un loco proceso piramidal, la
Deuda crece sin cesar y, a pesar de las medidas que castigan sin piedad a los
ciudadanos, los Gobiernos se resisten a tomar las iniciativas verdaderamente
necesarias, y ya imperativas, para atacar el problema.
La mayoría de los Estados siguen
acudiendo todas las semanas al mercado internacional de Deuda, que es comprada
por bancos y fondos de inversión a los que los mismos Estados (la Reserva Federal o los Bancos Centrales) han prestado el
dinero a un interés cuatro veces mas bajo. Esto constituye la mayor estafa que
se ha comedido en la historia de la humanidad, pero tiene mucho riesgo para los
especuladores. Todo se vendrá abajo si los pueblos se niegan a pagar o si cunde
el pánico entre los propios traficantes de acciones o papel moneda por algún
acontecimiento global grave y quieren valorizar rápidamente los activos basura
que han comprado.
La crisis que padecemos, y lo que
ha pasado en Detroit, es peccata minuta comparado con lo que sucederá cuando la
Gran Quiebra ponga la puntilla al sistema capitalista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario