miércoles, 3 de julio de 2013

EL VUELO DEL PRESIDENTE MORALES

La odisea seguida por el avión que transportaba al presidente de Bolivia, Evo Morales, desde Moscú, adonde había acudido en visita oficial, de regreso a su país, pone en evidencia hasta qué punto la legalidad internacional es mancillada y como mienten los Gobiernos a sus ciudadanos.
En efecto, aunque las leyes internacionales ponen especial énfasis en garantizar la seguridad de los vuelos civiles y estos días hemos escuchado a varios Gobiernos europeos protestar contra el espionaje de EE UU a sus propios aliados, se ha puesto en grave riesgo la vida de las personas que iban en la nave y al presidente de un Estado soberano. Además, se ha visto como las protestas de algunos ante el mandamás de Occidente se hacían solo de cara a la galería, para calmar la ira de sus ciudadanos, que han descubierto que sus llamadas telefónicas, correos, faxes, etc, son interceptados impunemente sin mandato judicial alguno. Francia, Italia y Portugal impidieron que el avión presidencial hiciera escala para repostar combustible, que tuvo que dirigirse a un país neutral, Austria (¿quién dijo que se acabó la Guerra Fría?) para poder tomar tierra.
En este incidente incalificable hay que destacar el papel de España y las gestiones que el ministerio de Exteriores hizo sin dilación, tanto a través del embajador en Viena, que acudió al aeropuerto para hablar con el presidente de Bolivia, y también dando autorización, faltaría mas, para que el avión presidencial hiciera escala en Las Palmas (Canarias) para repostar queroseno.
A mí este episodio me recuerda mucho al trágico vuelo 455 de Cubana de Aviación, donde, el 6 de octubre de 1.976, en el trayecto de Barbados a Jamaica, con destino final en la Habana (Cuba), el DC-8 cubano sufrió un atentado en pleno vuelo donde perecieron 76 personas. Ahora, afortunadamente, no ha habido que lamentar desgracias personales, pero han sido los mismos servicios de inteligencia los que han estado detrás del incidente. El crimen organizado por el agente de la CIA, Luis Posada Carriles, muy querido por los “demócratas” de la “gusanera” de Miami, habría pasado inadvertido si las dos bombas de explosivo C-4 colocadas en la aeronave hubieran explotado al mismo tiempo, como estaba planeado, pero quiso el destino que no fuera así y que el piloto del vuelo 455 pudiera comunicar con la torre de control antes de que estallara la segunda bomba. La grabación de aquellos angustiosos minutos constituye un documento histórico de valor inapreciable que deja diáfano hasta dónde son capaces de llegar los que se han erigido en paladines de la democracia y de la libertad.

El grave incidente diplomático ha servido para que todos tengamos muy claro quién es quién y para demostrar, una vez más, que España, a pesar de algunas tiranteces de los últimos tiempos, siempre está al lado de los países hermanos de América.

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