sábado, 23 de febrero de 2013

LA VERDAD DEL GOLPE DE ESTADO DE 1.981


Recientemente se cumplieron 37 años de los acontecimientos que pusieron el corazón en un puño a todos los demócratas españoles. Pero aquella larga tarde-noche del 23 de febrero de 1.981, que ha quedado para la Historia como una intentona golpista, no fue más que una consecuencia indeseada de la organización del verdadero golpe de Estado contra el presidente D. Adolfo Suárez González, que se había producido semanas antes.
En efecto, el auténtico golpe de Estado se produjo el 29 de enero de 1.981, cuando el presidente Suárez salió en las pantallas de TV, sin maquillar y conteniendo las lágrimas, y pronunció una frase que ha quedado casi olvidada pero que hoy, más que nunca, tenemos que recuperar: “Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España”. Aquella dramática comparecencia televisiva fue la consecuencia última de una conspiración que había empezado hacía más de dos años, donde estuvieron implicados desde partidos políticos hasta militares, pasando por los servicios secretos de países extranjeros.
D. Adolfo Suárez, que fue aupado por el falangista Herrero Tejedor, había llegado a ministro secretario general del Movimiento, un puesto importante en el organigrama franquista que le sirvió para ser elegido, en una terna de tres, para liderar la Transición Democrática. Uno de los mayores problemas a los que se enfrentaba aquel proceso era lo que se llamó “El Bunker”, un variopinto universo de fuerzas fascistas que tenían periódicos como “El Alcázar”, muchos militares y empresarios afines y grupos políticos como Cristo Rey y Fuerza Nueva, por eso se buscó en Suárez a alguien que pudiera lidiar con todo aquello.
Sin embargo, casi desde el primer momento, D. Adolfo se reveló como un demócrata convencido y tomó decisiones muy arriesgadas,  pero valientes y necesarias para la homologación democrática de nuestro país, como la legalización del Partido Comunista de España. Eso le valió la animadversión de una buena parte de la derecha más radical y de bastantes militares franquistas, como el ministro de Marina, almirante Pita de Veiga, que dimitió airado. Al mismo tiempo que proliferaban los enemigos nostálgicos del anterior régimen, también se sumaban a la inquina algunos países como EE UU, Alemania o Israel, por diversas razones, entre las que sobresalen que el presidente Suárez quería mantener la neutralidad de España (no quería entrar en la OTAN), no quería reconocer el Estado de Israel hasta que este no acatara las decisiones de la Asamblea General de la ONU (devolución de los territorios ocupados en la guerra de 1.967), mantenía relaciones cordiales con Fidel Castro y Yasser Arafat y había enviado una delegación española como observadora (antesala de la integración) a la Conferencia de Países no Alineados. Estamos hablando de un mundo bipolar en plena “Guerra Fría”. Si a esto sumamos las disensiones dentro del propio grupo parlamentario de UCD y las intrigas de cáfilas de diversos pelajes, entenderemos que había ingredientes más que sobrados para un coctel explosivo.
Un personaje que tuvo una implicación directa en los preparativos del golpe fue Enrique Múgica, el que fuera destacado dirigente del PSOE y que llegó a Defensor del Pueblo (qué sarcasmo). Múgica, de madre judía, estuvo colaborando con El Mossad (servicios secretos de Israel) durante mucho tiempo y fue una pieza muy valiosa para los sionistas a raíz del fracaso del intento de asesinato de Suárez gracias al aviso de los servicios de inteligencia sirios. Múgica ofreció el apoyo del PSOE a los militares golpistas, que abanderaba el general Armada, a cambio de la formación de un Gobierno de concentración y de la convocatoria de elecciones en pocos meses. Pero la CIA y la embajada norteamericana en España, que estaban al corriente de lo que se estaba preparando, consideraban aquella operación muy arriesgada y no se fiaban de los militares españoles, temiendo un regreso a la dictadura, algo que había quedado resuelto con el asesinato de Carrero Blanco y que ya no satisfacía sus intereses. EE UU prefirió jugar la carta del Rey y que fuera este el que apartara a Suárez del poder bajo el pretexto de que sino serían los militares los que lo harían.
Algunos no se enteraron de que el golpe de Estado ya se había producido y esperaron en vano por la llegada al Congreso de los Diputados del “Elefante blanco”.
Al rey D. Juan Carlos lo convirtieron en un héroe y D. Adolfo Suárez, como han hecho otros, se llevará a la tumba la verdad del golpe de Estado de 1.981.

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