domingo, 7 de octubre de 2012

LAS MANIFESTACIONES Y LAS ELECCIONES

Dentro de la estrategia de los sindicatos y de la izquierda, continúan las llamadas a las manifestaciones y ya se habla de que puede haber una huelga general en noviembre, si el pulso que se está tomando a la calle ofreciera garantía de éxito.

Las movilizaciones ciudadanas que se están produciendo, a pesar del sufrimiento por el que están pasando amplios sectores sociales y por la estratosférica cifra de paro, tienen una asistencia escasa, baste poner como ejemplo la concentración de Madrid en torno al Congreso de los Diputados que solo congregó a 60.000 personas, en una ciudad de 5 millones de habitantes y teniendo en cuenta la cantidad de autocares que acudieron de toda España. ¿Como es posible que, con las duras medidas impuestas por el Ejecutivo de Rajoy, la oposición no sea capaz de galvanizar el descontento?. La estrategia del PSOE e IU, y de sus sindicatos afines, UGT y CC OO, pasa por intentar desgastar al Gobierno, unos para intentar obtener votos y otros para no perder influencia entre los trabajadores, pero sin ofrecer alternativa alguna para enfrentar los problemas que tiene España. Escuchando a los secretarios generales en Asturias de los sindicatos mayoritarios uno se da perfecta cuenta de la situación. Tanto Álvaro Pino como Rodríguez Braga se escandalizan por los recortes que afectan principalmente a los asalariados y por las "reformas" que todos conocemos, pero no nos cuentan cual es su alternativa para contener el déficit y poder cuadrar las cuentas del Estado. Ya se les ha dicho que no hay dinero, pero parece que no lo han entendido. Lo del PSOE todavía es mas fuerte, pues a pesar de que el Gobierno de Zapatero tomó medidas tan duras o más (subida de la jubilación a los 67 años y de 15 a 25 años el cómputo para la prestación, subida del IVA, reforma laboral, bajada de un 5% al sueldo de los funcionarios, congelación de las pensiones, etc) que las que, hasta ahora, ha tomado el PP, sin embargo son los primeros en ponerse a la cabeza de las manifestaciones y de las críticas, sin haber cambiado de opinión ni aborrecido lo por ellos mismos realizado.

El problema que tiene la izquierda, no solo en España, es que no ha sabido adaptarse a los profundos cambios sociales y económicos que han acontecido en los últimos años y que es incapaz de elaborar un programa progresista creíble. El partido socialista, después de las debacles electorales, tuvo una oportunidad de oro para dar un golpe de timón en el congreso que celebró en febrero, pero con candidatos como Carme Chacón o Alfredo Pérez Rubalcaba, y lo que había detrás, es lógico que el olmo jamás produzca peras.

En el entorno de los gravísimos problemas económicos, sociales, laborales, secesionistas y de pérdida de prestigio internacional, que tiene nuestro país, la progresía despistada dice cosas que parecen de locos, como que es necesario un Gobierno de concentración (sin pasar por las urnas, naturalmente), cuando el partido de Rajoy tiene mayoría absoluta en el Congreso y el Senado y gobierna en todas las CC AA menos cuatro, o espera que las próximas elecciones en Galicia, Cataluña y Euskadi supongan una caída importante para el PP, cuando lo que mas debería preocuparles es que, según todas las encuestas, los populares volverán a ganar en Galicia y el PSE y PSC caen estrepitosamente en el País Vasco y Cataluña.

A los españoles no les gustan las medidas que ha tomado el Gobierno del PP (incluso amplios sectores de la derecha tradicional y de los empresarios se han dado cuenta ya de que van por el camino equivocado) pero son perfectamente conscientes que la oposición ha hecho casi lo mismo cuando estaba en el Gobierno y, sin propuesta ni programa distinto mínimamente creíble, los ciudadanos no están dispuestos a dejarse meter en un callejón sin salida.

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