domingo, 4 de julio de 2010

¿HUELGA SALVAJE?


Ya estamos observando, y será mas evidente en un futuro cercano, ver, como líneas convergentes, dos actitudes en los políticos que usufructúan el poder en el Estado y en las CC AA. Por un lado arreciarán los ataques contra las bases sobre las que se asienta la democracia y contra los derechos históricos de los trabajadores, por otro, se pretenderá la total liquidación de los instrumentos capaces de articular una respuesta contundente contra las recetas "neocon", como los sindicatos.
Hace bastante tiempo que el poder político se reparte entre las manos del bipartidismo, pero, no nos equivoquemos, el PSOE y el PP tienen la misma concepción económica de la Historia, es decir, en el fondo están de acuerdo en la dictadura del mercado. Existen otros partidos, desde luego, pero aunque algunos luchan a brazo partido contra los poderes establecidos (Ciudadanos, UPyD, etc), ni son de izquierda ni tienen, al menos de momento, posibilidades electorales. IU, desde que Julio Anguita dejó la dirección del PCE, perdió completamente el Norte. Aunque el nuevo Coordinador General de la coalición ha querido marcar distancias con los socialistas, la política de colaboración con el PSOE, que entusiásticamente llevó adelante Llamazares, sigue pesando, de hecho, en Cataluña y en Asturias, IU gobierna con ellos. Las poltronas para algunos dirigentes regionales de IU han costado a la izquierda 19 escaños en el Parlamento y pueden suponer a corto plazo su desaparición en las instituciones.
En el escenario actual, solamente los sindicatos tienen capacidad de responder a las políticas de derechas. Otra cosa es que lo hagan o que lo hagan bien. Llevan mucho tiempo en el "pesebre" colaborando o cerrando los ojos ante las fechorías de la pseudoizquierda, pero parece ser que ya se han percatado de que las cosas no van a ser como hasta ahora y que se camina hacia un mundo en el que, para los que van a mandar, sobran.
Ante los ataques del capital contra los asalariados y pensionistas, contra las capas menos favorecidas de la sociedad, el proletariado y los estudiantes solo pueden responder con la huelga y con el voto. Pero cuando se ha hecho todo lo posible por liquidar cualquier opción política al margen del bipartidismo, los paros es lo único que da miedo al poder. No nos referimos a paros parciales ni a una huelga general de un día, eso resuelve poco, sino a una huelga general indefinida que fuerce una negociación donde los trabajadores hagan valer sus derechos. Esta confrontación excepcional, si llega el caso de ser imprescindible, solo la pueden organizar los sindicatos, que primero, claro está, tendrían que recuperar la credibilidad, y por eso, para evitar esa posibilidad, van a ser objeto de linchamiento.
Estos días estamos escuchando las manifestaciones, no casualmente coincidentes, de dirigentes socialistas y de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Esperanza Aguirre, contra los sindicatos por la huelga del Metro. "Huelga salvaje", dicen, por la repercusión en la vida diaria de los ciudadanos de Madrid. Las huelgas, cuando son serias y quieren servir para algo, tienen que ser un instrumento de presión que ponga a los políticos contra las cuerdas. No pueden ser admitidos servicios mínimos exagerados que las minimicen ni se la puede coger uno con papel de fumar, deben ser contundentes. Este derecho constitucional debe ser usado responsablemente y solo cuando es imprescindible, como es el caso. Porque lo salvaje no ha sido la huelga, eso lo sería si un cirujano se negara a realizar una operación urgente o los servicios de seguridad y mantenimiento de una central nuclear se quedaran en su casa, lo verdaderamente salvaje es bajar el sueldo a los trabajadores mientras los políticos despilfarran el dinero público.
Como los sindicatos se pongan las pilas no solo les van a llamar salvajes, les dirán cualquier cosa menos bonitos, eso no sería una mala noticia para los trabajadores ni para la izquierda.

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