Algunos avances científico-técnicos
han tenido consecuencias demoledoras que han dejado completamente obsoletas
tecnologías que parecían tener un largo futuro. Quién no recuerda aquellos cassettes
o aquellos reproductores de vídeo que todos teníamos en el coche o en casa y
que con los discos compactos o los MP3 se quedaron, de un día para otro, en el
paleolítico. Son múltiples los ejemplos que podríamos poner, y que todos
conocemos bien, de aparatos, de sistemas y de artilugios que ahora dan hasta
risa. En algunos sectores productivos la revolución tecnológica genera
verdaderos dramas, fábricas que no supieron adaptarse que cierran y miles de
trabajadores que se quedan en la calle, pero eso forma parte del progreso
humano, donde también opera la selección natural, y son mas los beneficios que
los perjuicios. En el campo militar también ha sucedido esto a lo largo de la
Historia, aunque aquí no me atrevo a decir nada sobre beneficios. Pero, pocas
veces una nueva tecnología, no demasiado llamativa, va a generar un cambio
radical en los sistemas de armas, me estoy refiriendo a la tecnología furtiva
y en concreto al despliegue de nuevos aviones de combate de quinta generación.
EE UU ya tenía desde hace tiempo
aviones furtivos, en concreto los bombarderos de apoyo táctico F-117 y los
bombarderos estratégicos B-2. Pero la generalización de esta tecnología ha
producido nuevos modelos que, como sucedió con nuestros cassettes, convertirán
en chatarra una buena parte de los aviones, misiles, radares y un montón de
sistemas de armas actuales. Esto sí que es un verdadero drama, porque, entre
otras cosas, muchos Estados se van a encontrar completamente indefensos y
tendrán que tirar a la basura gran cantidad de armamento que les ha costado
muchísimo dinero. En efecto, además del cazabombardero furtivo F-22, que
también habían puesto en servicio los EE UU hace pocos años (sigue operativo,
pero ya no se fabrica, porque es excesivamente caro tanto en el coste de
adquisición como de mantenimiento) también está entrando en servicio el F-35, construido
por varios países en colaboración con los EE UU. Este avión, en sus variantes A
(fuerza aérea) B (despegue vertical para pequeños portaaviones) y C (para
grandes portaaviones) aunque es muy caro, se venderá en grandes cantidades.
Pero Rusia también pondrá en servicio el PAK FA T-50 (dicen los expertos que el
mejor de todos) y China su J-20. El despliegue de estas nuevas máquinas de
guerra, cuya firma radárica es insignificante, supondrá el forzoso desarrollo
de nuevas armas para poder interceptarlas ¿Cómo interceptar un avión que no
puede seguir el radar de un misil ni tampoco los misiles que se guían por la
firma térmica, como todos los actuales? Pues, aquí entran en juego otras
tecnologías que ya conocemos bien en el campo civil y que también se usan desde
hace tiempo en el campo militar, me refiero a la geolocalización. Los nuevos
aviones furtivos son indetectables por radar y por los localizadores de
infrarrojos, pero no son invisibles. Es decir, desde satélites geoestacionarios
de amplio barrido visual y con cámaras de alta resolución se dirigirá a los
cazas interceptores y a los nuevos misiles aire-aire dirigidos por
geolocalización, como se hace ahora con los misiles de crucero, por ejemplo. Esto
quiere decir que solo las grandes potencias podrán defenderse de los aviones de
combate de quinta generación, pues solo EE UU (GPS) Rusia (GLONASS) y China
(BeiDou) tienen disponibles esos sistemas y los satélites de amplio barrido
visual. Los demás nos quedaremos como con nuestras cassettes, en la Edad de Piedra, y ya podemos ir tirando a la chatarra una buena parte de los sistemas de armas
de nuestros ejércitos.
FOTO: Sukhoi PAK FA T-50
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