Los casos de corrupción en España
se han sucedido en cascada, como la lluvia fina, parece que moja poco hasta que
te das cuenta que estás completamente empapado; como la carcoma, empezó por la
pata de una silla y está apunto de comerse el comedor entero. Desde el golpe de
Estado de 1.981, el de verdad, el que triunfó logrando la dimisión de Adolfo Suárez,
nada ha puesto en tanto peligro que democracia española, esa democracia, esas
libertades y ese Estado de Derecho que tanta sangre, sudor y lágrimas costaron
construir, que la corrupción, que ya lo invade todo. No son los partidos
políticos, ni los medios de comunicación, ni asociación alguna los que están en
primera línea, en la vanguardia de la lucha que se está desarrollando contra
los facinerosos, es la Justicia, esos jueces, esos fiscales y esos funcionarios,
tan incomprendidos y a veces vilipendiados por la ciudadanía, a pesar de la
carencia de medios, de la falta de Presupuesto y de las intromisiones y zancadillas
de todo tipo que sufren a diario. La Justicia se ha convertido en el último baluarte
de la democracia.
A pesar de todos los casos de
corrupción que han salido a la luz durante los últimos años, los españoles no
han sido conscientes, hasta ahora, de la gravedad del problema, es más, incluso
a sabiendas que había corrupción generalizada en algunas formaciones políticas,
como en CIU, por ejemplo, se miraba hacia otro lado y se compadreaba con las
mafias y sus servidores. España era una fiesta, la fiesta de los “chorizos”, y,
lo peor, lo sigue siendo. La detención del que fue presidente de la Comunidad
de Madrid, Ignacio González, parece que es lo mas fuerte que hemos visto hasta
ahora, pero, ni de lejos. Mucha gente piensa que corruptos solo son los que, de
la forma mas grosera, como Granados o Bárcenas, tienen el dinero de las “mordidas”
encima de un armario o se lo llevan a Suiza, craso error, son mucho mas
corruptos y mucho mas peligrosos para el sistema político y para el Estado los
que, mucho mas inteligentes, utilizan la falta de leyes (que no han estado
interesados en hacer) o las “alcantarillas” para cometer sus fechorías. Para mí
es tan corrupto, el individuo que siendo presidente del Gobierno
privatiza una empresa pública rentable y luego, una vez abandonado el cargo, se
enchufa en la misma empresa que privatizó, con un salario de infarto y con un
puesto en el que ni siquiera va a hacer acto de presencia como Bárcenas; para
mí es tan corrupto el expresidente del gobierno, ahora lobbysta, que, al
servicio de oscuros intereses, monta una asonada contra el secretario general
de su partido como Ignacio González.
El PP está de fango hasta el
cuello, es cierto, pero no es el único. Eso sí, la cantidad de casos y la
gravedad de la financiación ilegal del Partido Popular, que se había casi institucionalizado
y que se remonta a bastantes años atrás, han agotado la paciencia de los
españoles. No parece, además, que los populares sean capaces de limpiar su
casa, hacer autocrítica y pedir perdón, porque los que deberían hacerlo
seguramente están también implicados en la trama.
Los jueces y fiscales, valientes
y decididos, ya apuntan alto. No solo van a por los corruptos, que una vez que han
abandonado sus cargos públicos son solo mierdecillas inofensivos, también van a
por los corruptores, directivos y consejeros delegados de las grandes empresas
que pagaron las “mordidas”. Eso ya son palabras mayores, porque ahí está el
poder y esa es la mano que mece la cuna. Para esa lucha de titanes necesitarán
todo nuestro apoyo. O acabamos con la corrupción o la corrupción acabará con la
democracia.
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