miércoles, 1 de enero de 2014

AÑO NUEVO

El comienzo de un nuevo año sirve muchas veces de acicate para plantearse nuevos retos. Tengo un amigo, por ejemplo, que los días uno de enero siempre dice que va a dejar de fumar, aunque el propósito solo le dura unos pocos días. Nuestro calendario no es algo aleatorio y completamente artificial, otra cosa son las fiestas, porque está relacionado con la dinámica cósmica que ya observaron hace mucho tiempo nuestros ancestros, por eso el año tiene 365 días, el tiempo que la Tierra tarda en dar una vuelta alrededor del Sol. Pero, el almanaque no tiene poderes mágicos ni los días y meses venideros sirven, por si solos, para que se solucionen los problemas. Por eso espero que no quede algún ingenuo que se crea eso de “año nuevo, vida nueva”.
España tendrá en 2.014 los mismos problemas que en 2.013, algunos agravados, porque han estado macerando ante la pusilanimidad de los que deberían enfrentarlos. Tanto S M el Rey, que ha rejuvenecido 20 años en la portada de la revista “Hola”, como el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, nos han deseado un buen año y nos han dicho que 2.014 será el de la recuperación. Dicen que hay síntomas de que la economía se está recuperando, porque los resultados de algunas empresas están siendo mejores. ¿Cómo es posible que mientras el beneficio de la mayoría de las empresas sigue cayendo éstas mejoren sus resultados?, pues porque no debemos confundir beneficio con rentabilidad y esta aumenta en la misma proporción que disminuyen los salarios y crece la productividad, es decir, no solo no se ha corregido el error del gran trasvase de rentas de los asalariados hacia el capital, verdadero detonante de la crisis económica, sino que se está profundizando en él. Las distorsiones que provoca en el sistema que unos mejoren a costa de otros no se pueden esconder: disminución de la recaudación fiscal, imposibilidad de financiar los servicios sociales básicos, aumento de la Deuda y que el paro se mantenga en cotas estratosféricas, ante la imposibilidad de que el consumo de las familias, tanto en bienes como en servicios, aumente.
2.014 llega con algunas singularidades, por un lado va a ser el año del desenlace del envite secesionista que han planteado al Estado algunas comunidades autónomas, particularmente Cataluña y País Vasco. Ya no se podrá fiar al lejano destino la solución de los problemas y, de una u otra forma, el Gobierno de España tendrá que dar la cara. Los acuerdos del Gobierno de Zapatero y la coartada de la resolución del Tribunal de Estrasburgo sobre la “Doctrina Parot” han logrado que el brazo político de ETA esté en las instituciones y que los asesinos salgan a la calle, pero no han resuelto el problema de fondo, solo que para conseguir sus fines los separatistas no necesiten poner bombas. Otra vez huele a golpe de Estado, pero ahora no son las conversaciones entre Enrique Múgica y el general Armada el preámbulo, sino las declaraciones de los que pretenden cargarse la Constitución, con la zanahoria del falso federalismo y el palo de la asimetría y de los que quieren celebrar consultas al margen de la Ley.
Los grandes partidos políticos españoles tienen un grave problema de liderargo, aún mayor que el de las ideas. Es triste, pero no hay en estos momentos un líder político capaz de afrontar los retos que España tiene planteados y que inspire una mínima confianza a los ciudadanos, como dejan bien claro todas las encuestas del CIS. Pero sí tienen un gran aparato propagandístico, con fuertes ramificaciones mediáticas y de aliados por interés. Eso es lo que ha evitado su desintegración, a pesar de sus fechorías. Los cuentistas van a tener que hacer encajes de bolillos y piruetas dialécticas inverosímiles este año para intentar engañar a la gente y que lo negro siga pareciendo blanco. Porque, desde que el PP llegó al poder y dio estopa a los ciudadanos, particularmente a los trabajadores, tendremos las primeras elecciones,  las europeas de mayo, donde, según todas las encuestas, el bipartidismo que nos ha traído hasta aquí puede sufrir un varapalo histórico.
Me gustaría desearle un feliz año nuevo, pero no quiero engañarle.


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