miércoles, 25 de diciembre de 2013

UN DISCURSO FLOJO

El discurso que S M el Rey ha dirigido a los españoles esta pasada Nochebuena ha sido muy flojo, por no decir malo. D. Juan Carlos se ha limitado a hacer un recorrido por los problemas que padece España sin otra recomendación que las fuerzas políticas lleguen a acuerdos y recordándonos que no se habrá acabado la crisis hasta que se solucione el problema del paro, cuando el Estado está a punto de romperse (hasta su discurso fue vetado por la Generalitat en la televisión autonómica catalana, bajo la coartada de una falsa huelga) y son casi seis millones de ciudadanos los que tienen muy claro, porque el azote del desempleo lo padecen a diario, el evidente silogismo.
Lo peor que puede pasar a un Rey, a un presidente del Gobierno o a un partido político es perder el contacto con la realidad, no ser lo suficientemente conscientes de la gravedad de los problemas y, por tanto, no ser capaces de tomar las medidas necesarias para corregirlos. Nuestro Rey no tiene poder ejecutivo, pero tendría autoridad para hacer recomendaciones si llamara a las cosas por su nombre y si diera un buen tirón de orejas dialéctico a los que lo necesitan. Es una ley de la física, deberían recordarlo todos, que los espacios vacíos tienden a llenarse.
Entre los asuntos a los que ha referido D. Juan Carlos está, como no, el problema de la corrupción, que afecta a partidos, sindicatos y particulares y que ya está poniendo en peligro hasta a las instituciones. Este es un tema que no puede ser recordado de pasada y que no resuelve algunos gestos, como hacer desaparecer de la foto de la mesa de su despacho las imágenes de las infantas y de Iñaki Urdangarín.
Es fatal para nuestra monarquía que siga aumentando la desafección hacia ella de los españoles. Este país no es mayoritariamente monárquico, pero muchos ciudadanos se hicieron juancarlistas cuando pudieron respirar tranquilos tras la aparición del Rey en las pantallas de los televisores en la noche del 23 de febrero de 1.981. En pocos minutos, aquel monarca se invistió de la legitimidad que no le había dado ni la designación digital del general Franco ni la aclamación de Las Cortes. Hoy España se encuentra en una situación también muy grave, que aún puede empeorar si los que deben atajarla están sumidos en la pusilanimidad.
Una de las razones que algunos analistas habían esgrimido para justificar que D. Juan Carlos no abdicara, (como han hecho recientemente los monarcas de Bélgica y Holanda, por ejemplo), a pesar de su edad, de sus limitaciones físicas y de los escándalos de faldas, fue que, ante la situación que se podría dar en Cataluña, la autoridad moral del Rey podía ser determinante para parar la secesión. Pero, el discurso de la noche del 24 de diciembre y los inexorables pasos de los independentistas, sin nadie que los frene, les ha quitado la razón.

Españoles, 2.014 va a ser un año muy duro. Que Dios nos coja confesados.

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