viernes, 29 de junio de 2012

LA ELECTRICIDAD MAS CARA DE EUROPA

España, junto con Chipre y Malta, tiene la electricidad mas cara de Europa, que, además, ha subido en los últimos 6 años un 70%, el triple de la media de los países de la UE. A pesar de eso, el llamado déficit de tarifa se sitúa en 24.000 millones de euros, pues lo que se paga dicen que no cubre los gastos de explotación. Esa Deuda también forma parte del gigantesco agujero que tiene la Administración por la pésima gestión que los políticos de este país han hecho con la industria energética nacional en los últimos 25 años.
España, como todos sabemos, es un Estado con escasas materias primas y para poder tener energía eléctrica a precios razonables debería recurrir a tecnologías que minimizaran las importaciones y dieran independencia a este sector estratégico de primer orden. Ya durante el Gobierno de Adolfo Suárez se tomaron las primeras iniciativas para dotarnos de un mix energético que pudiera cumplir con ese objetivo, dando una gran importancia al sector nuclear, que había permitido a nuestro país dar un salto importantísimo en los años 60 y 70 con la instalación de varias centrales atomoeléctricas. Aunque el régimen franquista ya había puesto sus ojos en el átomo nada mas acabar la Segunda Guerra Mundial, por el aislamiento de España, y por el interés de alguna mente calenturienta que quería poseer la bomba atómica.
Junto con los grupos electrohidráulicos, y nuevas centrales electrotérmicas que funcionarían principalmente con gas, la UCD estableció las bases para el futuro energético español. Por aquel entonces los aerogeneradores o las placas fotovoltaicas todavía eran tecnologías con escaso desarrollo y las renovables (salvo la energía hidráulica) casi no se contemplaban. Ya se tenía claro que el carbón español tenía los días contados, por caro y por su escaso poder calorífico. No había saltado aún la alarma por el calentamiento global.
Con la llegada del PSOE al poder, en 1.983 se suspende el ambicioso programa nuclear y se aprueba la moratoria en 1.984, cuando, por ejemplo, la central nuclear de Lemóniz, que había costado sangre sudor y lágrimas construir, ya estaba terminada y solo faltaba la carga de combustible. La paralización y desmantelamiento de los grupos I y II de Lemóniz (de segunda generación) y de otras 4 modernísimas centrales atomoeléctricas de tercera generación, costaron la friolera de 729.000 millones de pesetas de las de entonces, a esto hay que añadir las cuantiosas inversiones que fueron necesarias para construir nuevos grupos de ciclo combinado como alternativa. A pesar de todo, la capacidad para producir energía en las viejas centrales nucleares españolas ha podido aumentar gracias a las mejoras incorporadas en sus reactores.
La privatización del sector eléctrico, las locas políticas de subvenciones a parques eólicos y al agonizante carbón y la subida exponencial del precio de las materias primas importadas, también ayudaron a convertir el recibo de la luz que pagan las familias y las empresas en algo inasumible. Y aún no hemos visto nada, de momento se acaba de anunciar otra subida, la enésima.
Sin embargo España es uno de los países de Europa que está en mejores condiciones para tener una energía eléctrica barata, limpia y eficiente, con un mix energético donde las centrales electrohidráulicas, los generadores eólicos instalados en el mar, la energía geotérmica de Canarias, la mareomotriz de la intensa corriente del Estrecho de Gibraltar, la fotovoltaica del desierto de Almería y la nuclear (España tiene grandes reservas de uranio y su propia planta de fabricación de combustible en Juzbado, Salamanca) fueran prioritarias. Y sin un solo gramo de emisiones de CO2 a la atmósfera.
Pero ahora se está en otra cosa y los ciudadanos protestarán por el precio de una energía eléctrica que ya casi no pueden pagar, merced a su propia irresponsabilidad y a la de los políticos en que han depositado toda su confianza. Aquí, en Asturias, tenemos todo un ejemplo.

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