jueves, 19 de mayo de 2011

LOS INDIGNADOS

Cuando, hace ya muchos meses, anunciábamos que en España se producirían fuertes convulsiones sociales, con salida, eso sí, impredecible, nadie creía que sucediera, es más, los comentarios mas extendidos, no solo en las tertulias entre amigos, también entre sesudos opinadores mediáticos, eran que no había tanto paro como se decía, que los bares estaban llenos, o que todo el mundo se iba de vacaciones. Ante los alarmantes indicadores de nuestra economía, tanto a nivel macro como micro, los irresponsables no supieron ver las luces rojas que tenían delante de sus propias narices. Como usted sabe, lo mismo sucedió con la crisis económica, sus causas y su desarrollo, que unos pasaron meses negando, incluso después de que hubiera estallado, y casi todos siguen considerando erróneamente como un ciclo periódico mas del capitalismo. Sin embrago no hay que recurrir a algunos economistas contemporáneos para comprobar que había gente que sabía lo que se nos venía encima. Hay un libro viejo, seguramente olvidado entre los considerados obsoletos o sobrepasados por los acontecimientos, El Capital, escrito por Carlos Marx en el muy lejano 1.867, que relata con pelos y señales cual será la fase final del sistema económico que hoy impera en el mundo. Releerlo nos sorprenderá porque da una foto de todo lo que estamos viviendo.
Es decir, no estamos asistiendo a una época de cambios sino a un cambio de Época, donde las relaciones sociales, el intercambio de información, pero, sobre todo, la globalización de la economía, están alterando rápida y drásticamente las relaciones de poder entre los Estados, pero también entre los individuos y entre las clases sociales. Aparecen fenómenos nuevos como la llegada masiva de inmigrantes, la destrucción de la familia tradicional, la proletarización de las mujeres, el ocaso de la religión en los países desarrollados, etc, cosas que están influyendo en la vida diaria de los ciudadanos, pero, principalmente, hay un mundo nuevo donde el poder ya no está en manos del pueblo, ni de los Estados, ni de las organizaciones supranacionales que en el siglo pasado “cortaban bacalao”, sino en las de una oligarquía variopinta de ejecutivos, políticos, accionistas y banqueros, sin escrúpulos, que se reúnen de vez en cuando para discutir como van a repartirse la tarta de nuestras humildes haciendas, el que la tenga, y de nuestras vidas. El resultado de la avaricia de unos pocos es que cientos de millones de personas ven peligrar su modo de vida, cayendo en la explotación laboral o en el paro. La jornada de ocho horas de trabajo empieza a parecer una broma y se generalizan los salarios de miseria mientras se exige mas productividad. La próxima vuelta de tuerca será la desaparición de la negociación colectiva, de los convenios sectoriales. Se impondrá la “negociación” directa entre trabajadores y empresarios, “esto es lo que hay y si no te interesa ahí está la puerta”. La neoesclavitud está a la vuelta de la esquina.
En este contexto aparece la ira de los que ya no tienen nada que perder, de los que se ven obligados a vivir a costa de sus padres, de los que han despertado del letargo y están dispuestos a luchar, “Los Indignados”. No han perdido el tiempo los que pretenden determinar el alcance y las consecuencias de las movilizaciones. Mientras los manifestantes no se salgan de ciertos cauces, hasta tendrán apoyos y caerán simpáticos a los mismos contra los que protestan, pero si hay perspectivas de cambios profundos o revolucionarios los déspotas se quitarán la careta y emplearán la represión en todas sus formas. El “pensamiento único” y el fin de la Historia eran un cuento y los ciudadanos han descubierto el engaño.
Partidos políticos, sindicatos acomodados, oligarquías financieras, etc, sienten el vértigo de lo nuevo, el miedo al cambio y a la incertidumbre, pero este siglo va a dar muchas sorpresas.

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