Mientras el Gobierno sionista y
la hija preferida del presidente norteamericano, Donald Trump, Ivanka,
acompañada de su esposo, Jared Kushner, brindaban en la fiesta de la inauguración
de la nueva embajada de los EE UU en Jerusalén, a unos cientos de kilómetros de
allí, cerca del enorme muro de la vergüenza (porque los muros de la vergüenza siguen
existiendo) el ejército de Israel masacraba a los palestinos armados de piedras.
Con una desproporción abusiva, francotiradores usaron fuego real causando más
de 60 muertos y casi dos mil heridos. Por si este crimen del Estado de Israel,
el enésimo, no fuera suficientemente cruel, hay que conocer otros detalles: Médicos
sin Fronteras, una ONG de reconocido prestigio mundial que tiene gente sobre el
terreno, ha denunciado que a los hospitales llega gente con heridas
horribles, como nunca habían visto, que confirman que el ejército de Israel ha
utilizado balas de fragmentación para causar más daño. Estas heridas enormes
obligan a amputar miembros y a intervenciones muy traumáticas que dejarán
secuelas tremendas de por vida. Entre los muertos y heridos, por supuesto, hay mujeres
y niños e incluso varios periodistas que iban perfectamente identificados.
Algunos, en su maldad, acusan a Hamás
de la carnicería, como si Hamás hubiera disparado las balas y fuera la responsable
de los crímenes del Estado de Israel. Debemos recordar, por si alguien no lo
tienen claro, que cuando las falanges libanesas, aliadas de Israel, perpetraron
las masacres en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, en
una orgía de sangre, con violaciones torturas y asesinatos, que duró tres días
y tres noches y donde se masacró a miles de palestinos, hombres, mujeres y
niños, ni Hamás ni Hezbolá existían. El entonces ministro de defensa de Israel,
Ariel Sharon, quiso escurrir el bulto de la responsabilidad de la matanza, pero
quedó demostrada la implicación del ejército sionista, que hasta había
preparado días antes las bolsas de plástico para los cadáveres. Los palestinos
y los libaneses tienes derecho a defenderse de los que han ido allí a robarles
su tierra o a invadir su país, obviamente, y por eso Hamás ha ganado las
elecciones en Gaza y Hezbolá, que en la segunda invasión de Israel del Líbano
les dio las del pulpo, también ha obtenido un gran éxito en las elecciones
celebradas recientemente en ese país.
Donald Trump es un pirómano
asesorado por gente muy poco profesional, como su hija Ivanka y su yerno,
Kushner, un extremista judío que tiene mucho que ver con todo lo que está
pasando, desde el traslado de la embajada a Jerusalén a la ruptura del acuerdo
nuclear con Irán, pasando por el apoyo en todo y la patente de corso que
gentilmente ha concedido USA a Israel.
Las protestas palestinas no lo
eran solo porque, en contra de las resoluciones de la ONU, Israel se quiera adueñar
de Jerusalén y convertirlo en su capital y los EE UU están acompañando a los
sionistas en esa loca e ilegal iniciativa, lo eran también para exigir el retorno
de los refugiados. No es baladí recordar que cuando en 1.947 se creó el Estado
de Israel 700.000 palestinos (a los que siguieron muchos más) abandonaron sus
casas y su tierra para refugiarse en los países vecinos, no lo hicieron por
afición, ni para ir de vacaciones, lo hicieron aterrorizados porque los
sionistas ya habían iniciado tiempo atrás una campaña de atentados terroristas
y asesinatos contra la población palestina e incluso contra la que entonces era
potencia colonizadora, el Reino Unido. Por supuesto, Hamás, tampoco existía por aquel
entonces.
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