sábado, 23 de enero de 2016

¿A QUÉ ESPERA RAJOY?

Tras el órdago lanzado por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, el viernes 22 de enero, en el que ofrecía un pacto para gobernar al PSOE, también con IU, el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, tras su entrevista con el Rey, ha declarado que se retira de la investidura porque no tiene apoyos suficientes y porque hay muchos mas diputados que van a votar en su contra que a su favor, pero, también ha dicho que esa retirada no es definitiva y que no quiere hacer correr los tiempos, pues, de no salir investido, el reloj para que se celebraran nuevas elecciones empezaría a andar y habría un plazo máximo de dos meses.
Inevitablemente, surge una pregunta: ¿a qué espera Rajoy? porque, en una democracia verdadera, nada haría pensar que el candidato del PP vaya a tener mañana los apoyos que no tiene hoy, cuando ya todo el mundo se ha decantado.  Pero, la democracia en España deja mucho que desear desde el momento que algunos partidos, especialmente el PSOE, fueron favorecidos por el poder en la Transición para que sirvieran de contrapeso a la derecha, para que hubiera una alternancia en el poder, sí, pero para que en el fondo nada cambiara. Una cosa es que Felipe González llegara al poder con mayoría absoluta en 1.982, o que Zapatero ganara las elecciones a Aznar, y otra cosa muy distinta que pueda haber un Gobierno de verdadera izquierda. Por eso nunca se ha visto a la derecha, como ahora, tan irritada, insultando a los adversarios políticos y echando espuma por la boca.
Todos los que conocemos la verdadera condición del PSOE, que nada tiene que ver con el histórico partido que fundó clandestinamente el otro Pablo Iglesias, el 2 de mayo de 1.879, en torno a un grupo de intelectuales y obreros, sabemos perfectamente a qué espera Rajoy: a que actúen los quintacolumnistas. Desde el mismo día de las elecciones han sido destacados barones, baronesas y conspicuos socialistas los que, en una falta de respeto que no se toleraría en ninguna formación política, han intentado marcar el terreno, las líneas rojas, a su secretario general, diciendo en público lo que debía o no hacer. Todos hemos visto como Susana Díaz, presidenta de una región que aporta la mayor parte de los diputados socialistas pero que, como todo el mundo sabe, tiene mucho voto cautivo y el dudoso honor de ser la que mas paro tiene de España, ha querido mandar mas que el líder del partido elegido democráticamente en el último congreso y al que ella misma apoyó. Para darse perfecta cuenta de la situación basta con observar lo que ocurre en Asturias, donde el Gobierno socialista, que no tiene ni Presupuesto, y Javier Fernández, su presidente, no quieren ni oir hablar de un pacto con Podemos e IU, esperando que el PP les saque las castañas del fuego, como hizo en la anterior legislatura. Por si los quintacolumnistas en activo no fueran suficientes, también han salido a la palestra los ya retirados, los dinosaurios políticos que permanecían en su destino dorado, pero que tienen muy claro que mano que les da de comer.
Rajoy espera a la reunión que el Comité Federal del PSOE va a tener en Ferraz el día 30 de enero, con la esperanza de que salgan allí a relucir las navajas traperas y oportunistas y derechistas obliguen a Pedro Sánchez a rectificar, bajo la coartada de que no se puede pactar con los nacionalistas, algunos de cuyos votos también son necesarios para la investidura. No hubo ese prurito antinacionalista en el PSOE, e incluso en el PP, cuando a otros les interesó.

La única línea roja que había para muchos era que un pacto de Gobierno de izquierda no podía estar supeditado a un referéndum en Cataluña o a que el futuro Gobierno fuera un rehén en manos de los secesionistas, pero Pablo Iglesias parece que ha sido capaz de minimizar ese peligro.

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