viernes, 2 de agosto de 2013

EL ERROR DE RAJOY

Por fin se ha celebrado la anunciada comparecencia del presidente del Gobierno para hablar del caso Bárcenas, y D. Mariano ha seguido un guion bastante parecido al que nos habíamos imaginado, es decir, mezclar los asuntos económicos con el verdadero objeto del debate, no aclarar nada y cebarse en una oposición floja, sin líder y sin programa alternativo. Tanto es así que han sido los diputados de la izquierda minoritaria los únicos que han llamado a las cosas por su nombre y que han puesto dialécticamente en aprietos al jefe del Ejecutivo.
Rajoy se ha equivocado, porque no se estaba juzgando políticamente al que fuera tesorero del PP, Luis Bárcenas, un individuo que ha cometido unos cuantos delitos y que la Justicia pondrá definitivamente en el lugar que ahora ocupa de forma provisional, sino al Partido Popular y al propio presidente del Gobierno, que se aprovecharon del dinero que algunos empresarios donaban a cambio de favores, tanto en sobresueldos a los conspicuos, como en la financiación ilegal del partido. En esta ocasión, el presidente no lo ha tenido claro, no eran solo los partidos de la oposición los encargados de exigir la verdad y responsabilidades políticas si las hubiera, sino la opinión pública, los ciudadanos, incluidos muchos votantes del PP.
El presidente del Gobierno ha tratado de minimizar los daños con la esperanza de que, pasado el verano, la virulencia de este desagradable asunto haya remitido y que nuevos acontecimientos releguen el caso Bárcenas a un segundo o tercer plano. ¿Dimitir?, ni de coña, ¿elecciones generales anticipadas?, ni lo sueñen ustedes.
Pero, muchas de las cosas que están sucediendo en este país, particularmente los continuos escándalos de corrupción, están contribuyendo a la creación de un estado de opinión que, por primera vez desde la Transición, exige una catarsis política. El deterioro de las instituciones y la mofa a la ciudadanía coincide, además, con continuos recortes sociales, bajadas de salarios y una crisis, mucho más que económica, que lo impregna todo.
Los españoles llevamos ya varios años aguantando mucho, pero la paciencia tiene un límite. No es baladí que mientras el presidente del Gobierno no da las explicaciones que se le piden se descubran nuevos escándalos en la familia real, porque todo ello, sumado, crea una atmósfera irrespirable.
Mientras ocurren estas cosas, el déficit previsto para todo el año ya se ha superado en los primeros seis meses, nuestra Deuda, que tenemos que pagar entre todos con altos intereses, sigue escalando posiciones en el ranking de los países europeos y el Estado de las Autonomías, con sus asimetrías interesadas y sus independentismos, está a punto de saltar por los aires. Eso sin contar con un paro que volverá a asustarnos pasado el estío.
Cuando llegue septiembre la desagradable realidad regresará y el Gobierno volverá otra vez su mirada hacia los ciudadanos con el embudo en una mano y el aceite de ricino en la otra. Pero la autoridad moral de Rajoy para seguir gobernando y aplicando “reformas” ya ha desaparecido por completo.
El presidente ha cometido un tremendo error, no el de equivocarse con Bárcenas, sino no calibrar adecuadamente la coyuntura social que vive España y, ¡cuidado! A partir del próximo año las elecciones llegarán en cascada, coincidiendo en el tiempo con desagradables resoluciones y sentencias judiciales.


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