viernes, 31 de mayo de 2013

EL "AUSTERICIDIO" Y LA SOBERANÍA DE ESPAÑA

Desde que estalló la crisis de las hipotecas basura en EE UU, que rápidamente repercutió en todo el sistema financiero europeo, los ciudadanos están en un estado grogui, el calificativo que se utiliza cuando un boxeador semi-inconsciente va dando tumbos por el cuadrilátero mientras recibe directos a la mandíbula, ganchos a la boca del estómago y crochet al hígado.
Cuando el ex-presidente Zapatero anunció, en aquel triste 12 de mayo del 2.010, toda una batería de recortes sociales (elevación, de la edad de jubilación a los 67 años, bajada del salario de los funcionarios, congelación de las pensiones, etc) se nos dijo que eran necesarios e imprescindibles para recuperar el crecimiento y bajar la cifra del paro, que ya había superado los 4 millones, aunque el ministro socialista de Trabajo, Celestino Corbacho, había manifestado que nunca llegaríamos a esa cifra. Es más, recordará usted aquellos “brotes verdes” con los que trataron de engatusarnos.
La reacción de muchos españoles ante los despilfarros y engaños del PSOE fue depositar su confianza en el PP, dando al partido de la derecha una amplia mayoría absoluta que permitiera a Mariano Rajoy cumplir su programa electoral implementando algunas medidas que habían anunciado a los cuatro vientos: racionalizar el gasto de las Administraciones, bajar los impuestos y disminuir drásticamente la cifra del paro. Sin embargo, cuando se cumple año y medio de la llegada de los populares al poder, los ciudadanos solo pueden constatar que no se ha embridado suficientemente los gastos superfluos de las CC AA, que han subido toda clase de impuestos y tasas (IRPF, IVA, impuestos especiales, etc) y que la cifra de desempleados ya ha rebasado los seis millones. Todo esto al tiempo que se ponía a disposición de los bancos la astronómica cifra de 40.000 millones de euros, no para que fluyera el crédito que tanto necesitan las empresas, sino para tapar el agujero financiero-inmobiliario de los que se habían lucrado a costa de hipotecar la vida de la gente que necesitaba una vivienda.
Unos y otros han intentado engañarnos vendiendo una recuperación económica que no se ve por ninguna parte. De hecho, el último informe de la OCDE prevé para este año un crecimiento negativo de la economía española de un -1,5% del PIB y que la cifra de parados llegará a la escalofriante cota del 28% (los jóvenes el 60%). Todo el mundo sabe que no se crea empleo creciendo por debajo del 2% del PIB. 
Pero, a pesar de la evidencia de que las políticas de recortes salvajes van diametralmente en contra de lo que el sentido común aconseja, se quiere dar mas aceite de ricino a los ciudadanos. No contentos con la bajada generalizada de salarios y con la mayor presión fiscal que, como habíamos advertido, lograría exactamente lo contrario de lo que se pretendía (la recaudación fiscal, a pesar de la subida del IVA al 21%, ha bajado un 7%), nos anuncian nuevos recortes en la misma línea.
Bajo la coartada de las recomendaciones y exigencias de los eurócratas, se anuncian nuevos ataques contra los pensionistas y nuevas subidas de impuestos, incluso se habla de algunas medidas que en los años 70 hubieran provocado un levantamiento, salarios para los jóvenes de 400 euros y que las empresas, “en los primeros años del contrato” no paguen seguros sociales por ellos.
Ha surgido una palabra, que todavía no tiene cabida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero que se ha hecho muy popular en los debates mediáticos y a pie de calle, “austericidio”, un término que todos entendemos perfectamente.
Los españoles no solo estamos perdiendo nuestro trabajo, nuestro patrimonio y nuestro futuro, también nuestra dignidad como pueblo y como nación. Dirigentes de otros Estados nos dicen lo que tenemos que hacer, aunque ellos hagan lo contrario, y manejan a nuestros gobernantes como marionetas. Cómo se parece esta situación a la que provocó la Guerra de la Independencia, hasta tenemos un Godoy y un Pepe Botella.
Hay alternativa y hay otras políticas, pero, aunque no consiguieran sacarnos del pozo al menos seríamos dueños de nuestras vidas y España mantendría la soberanía que tanta sangre, sudor y lágrimas costó a nuestros ancestros. 

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