domingo, 24 de marzo de 2013

LAS GUERRAS DEL SIGLO XXI


Posiblemente, la gran diferencia de este siglo con el pasado es que ya no habrá guerras mundiales como las que el mundo tuvo que soportar entre 1.914-1.918 y entre 1.939-1.945. Cuando afirmo esto juego con ventaja, porque si me equivoco, con los armamentos actuales, no va a quedar nadie para rectificarme. Pero, los conflictos armados regionales y las guerras de mediana y baja intensidad pueden proliferar y alcanzar cotas antes nunca vistas. En el siglo XX hubo unas cuantas guerras, especialmente sangrientas, que estaban relacionadas con la pugna hegemónica de los EE UU y la URSS, pero donde también jugaba un papel importante la herencia histórica del colonialismo y el imperialismo, como las de Corea o Vietnam, o el control de las materias primas, como la de Irak, sin olvidarnos de exterminios en masa donde las ideologías servían de coartada criminal, como lo que sucedió en la Camboya de Pol Pot o en la Indonesia de Suharto. También proliferaron, sobre todo en África e Iberoamérica, las guerras por la independencia  y los procesos armados revolucionarios. Pero hubo una guerra que, además de que todavía no ha terminado, ha servido de caldo de cultivo para otras muchas, la de Afganistán.
La URSS siempre había soñado con una salida al Océano Indico y la llegada al poder en Afganistán de un Gobierno comunista era una oportunidad de oro para tenerlo mas cerca. Tras la invasión por tropas soviéticas, los EE UU organizaron, junto con Arabia Saudí, que financió la operación, y Pakistán,  que ofreció su suelo como base logística y de entrenamiento, a grupos de mercenarios islamistas reclutados por Bin Laden, un saudí con cuya familia ya habían tenido otros tratos y que estaba bien visto por la monarquía feudal de su país. Es decir, fueron los propios EE UU y la CIA, su servicio de inteligencia, los que crearon los talibán, como hoy ya todo el mundo sabe. 
En un país muy montañoso, donde las grandes unidades acorazadas son inútiles, los talibán fueron equipados con armamento ligero y mediano eficaz y fácilmente transportable, entre el que sobresalía los modernos misiles antiaéreos portátiles FIM-92 Stinger, pero, sobre todo, fueron adoctrinados en un islamismo radical motivador, donde el comunismo era el diablo. Pero aquel odio se extendió después a todo lo que no tenía que ver con el mas rancio islamismo suní y, como muchos han padecido en sus carnes, tuvo algunas consecuencias indeseadas.
Tras la retirada de la URSS, muchos de aquellos mercenarios regresaron a sus países de origen, con sus largas barbas, sus pantalones bombachos y sus fijaciones criminales. Argelia padeció especialmente la violencia de esas bestias (del Grupo Islámico Armado, GIA), que asaltaban aldeas y degollaban hombres, mujeres y niños. Pero sus actividades, también tuteladas por la CIA, se extendieron a Irak, Sudán, etc. EE UU y sus aliados occidentales también echaron mano de la infraestructura de Al Qaeda para el conflicto de Yugoslavia, para la Guerra de Libia y actualmente para la de Siria.
Pero la Guerra de Libia permitió que los islamistas accedieran al gran arsenal de armas que tenía el régimen de Al Gaddafi y, con ellas, han iniciado una ofensiva en el África septentrional (empezó en Mali) que ya está llegando a las riquezas de África central.
Tres van a ser los principales conflictos de este siglo, que pueden llegar a tener una intensidad inusitada: la lucha contra los excesos del capitalismo en su última fase, el problema medioambiental y sus dramáticas consecuencias y la expansión del islamismo radical. En esas nuevas guerras no servirán para nada los arsenales nucleares y toda la parafernalia armamentística que fue diseñada para un mundo que ya no existe, pero proliferarán drones y robots espías y asesinos que salpimentarán los nuevos baños de sangre.

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