viernes, 29 de marzo de 2013

LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA


De forma transversal a la crisis, mucho más que económica, que tiene sumido a nuestro país en una situación límite, aún es mas grave la pérdida de la independencia y soberanía de España y la debilidad de un  Estado que costó inmensos sacrificios construir.
Dentro de poco se cumplirán 205 años del levantamiento de los españoles contra el imperialismo francés y no hay que hacer volar demasiado la imaginación para encontrar paralelismos entre dos coyunturas históricas especialmente dramáticas. Bajo el pretexto de utilizar nuestro suelo para  invadir Portugal (aliada de Gran Bretaña, que estaba en guerra con España) Napoleón también se quiso adueñar de nuestro país. Una situación política podrida y la debilidad de una monarquía absolutista, sobrepasada por los acontecimientos, habían convertido a nuestra tierra en una pera en dulce para el hegemonismo que se extendía por Europa.
España, pierde su independencia política en el año 1.953, cuando el general Franco, para mantenerse en el poder, firma un acuerdo con los EE UU que, además de alinear a nuestra patria en uno de los bloques enfrentados durante la “Guerra Fría”, cede cuatro bases militares a los norteamericanos. La tradicional neutralidad española, que nos había permitido librarnos de dos guerras mundiales y tener una voz propia, aunque modesta, en el mundo, quedó enterrada por la dictadura. Pero, la globalización de los conflictos bélicos y los planes del imperialismo exigían mayores compromisos. Ya en plena democracia, se pidió a España su incorporación a la OTAN, pero el presidente Adolfo Suárez (que incluso había enviado una delegación española, como observadora, a la Conferencia de Países no Alineados) se negó. Esa fue una de las razones del verdadero golpe de Estado de 1.981. El nuevo presidente, Leopoldo Calvo-Sotelo, con la aprobación de la mayoría simple parlamentaria, metió a nuestro país en la organización y los socialistas se aprovecharon, bajo el slogan de “OTAN, de entrada no”, del disgusto ciudadano para llegar al poder y luego hacer un referéndum amañado, solo consultivo, en el que había tres condiciones para la incorporación: no se podrían introducir armar nucleares en España, no se ingresaría en la estructura militar (por tanto, no se podrían enviar tropas al exterior) y se disminuiría sensiblemente la presencia de tropas extranjeras en España. Ninguna de las tres se cumplió. Zapatero, además, autorizó durante su segundo Gobierno la instalación en la base de Rota del Escudo Antimisiles y permitió la llegada de 1.500 militares USA más.
Tras la pérdida de independencia política y militar llegó la pérdida de la soberanía económica. Merced al ingreso de España en la UE, llegaron a nuestro país los fondos de cohesión, pero tras la zanahoria que se enseñaba al pueblo había un gran palo. La negociación para el ingreso autorizaba el desmantelamiento de sectores productivos muy importantes (como el lácteo) y dejó la puerta abierta al desmán de Gibraltar, un paraíso fiscal británico en Andalucía. Pero eso solo era el preámbulo.
Hoy, la mayor parte de las decisiones importantes que afectan a nuestro país y a la vida de sus ciudadanos se toman fuera de nuestras fronteras, no por organismos democráticos, como el Parlamento Europeo, sino por entes al servicio de intereses foráneos y por dirigentes de otros Estados.
El día 2 de mayo de 1.808, el pueblo de Madrid, harto de tanta infamia, perdió el miedo y se echó a la calle. El 29 de mayo del mismo año, la Junta General del Principado de Asturias declara la guerra al “tirano de Europa” y pone 20.000 hombres al mando de Joaquín Navia Osorio y Miranda, marqués de Santa Cruz, que fue nombrado general en jefe. Empezaba la Guerra de la Independencia, una lucha heroica por la soberanía de nuestro país y por su propia existencia.

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