martes, 25 de enero de 2011

CASCOS Y EL REGRESO DEL DOBERMAN


Ya se están haciendo públicas las primeras encuestas sobre la intención del voto en Asturias y destaca el alto porcentaje que otorgan a Francisco Álvarez-Cascos, pero no creemos que esté ni mucho menos claro cuales son los nichos donde el ex-ministro obtiene la mayor parte de los apoyos. Si bien hay una gran parte de votos que huyen del PP, también los hay de esa horquilla de gente poco politizada que suelen decidir hacia que lado se inclinan los comicios, de los que normalmente se abstienen y, paradojas de la vida, de ciudadanos de izquierda. ¿Cuál es la razón para que se de esa comunión de sensibilidades políticas tan dispares en la persona de Cascos?, pues que la gente está harta de los partidos tradicionales y de lo que se ha dado en llamar “clase política” y solo esperaban un catalizador para canalizar su ira. Yo estoy seguro de que si alguna persona con el suficiente prestigio se presentara también a nivel del Estado, al margen de los partidos mayoritarios, también arrasaría, esto era impensable hace solo dos años.
El peligro de descomposición de los partidos tradicionales empieza a ser un hecho y nadie como el PSOE siente ese pánico entre sus filas y sobre todo entre sus cargos públicos. El partido socialista, después de la dictadura franquista, se construyó aprisa y corriendo, tal es así que tuvo que recurrir a los cuadros formados en otras organizaciones para cubrir sus candidaturas y para poner caras al aluvión de sufragios que se le vino encima. A pesar de que había sido el PCE el que llevó el peso de la izquierda contra Franco, fue el PSOE, en la recién alumbrada democracia, el que se llevó los votos. En una operación bien orquestada y que se dilató bastante en el tiempo, el PSOE se dedicó a sustraer al PCE destacados militantes que cayeron en la tentación del “pesebre”. Este grave error, ante una previsible debacle electoral, pasará factura porque los oportunistas serán los primeros en huir. En nuestra región tenemos ya ejemplos tan claros que no necesitamos dar nombres.
La pseudoizquierda que nos gobierna no sabe que estrategia emplear para que las próximas citas electorales no se conviertan, para ellos, en una catástrofe. Ya hemos dicho que la consigna es “comunicar”, explicar a los ciudadanos lo buenas y necesarias que son las draconianas medidas que se están adoptando contra los derechos sociales, pero también se recurrirá, ya se está haciendo, a la propaganda estilo nazi para desprestigiar al adversario o para infundir miedo a la población. Ya se hizo en su día con la tristemente famosa campaña del doberman y, como no han aprendido nada, lo van a repetir. Ya han empezado programando en TVE series de enfrentamientos y odios con las que los españoles de hoy, demócratas de izquierda o de derecha, no debemos sintonizar. Alguno dirá que es una casualidad, quizá igual que la que hizo coincidir un capítulo de Cuéntame, con huelga de controladores aéreos incluida, con el problema que padecimos en el famoso puente de la Constitución. Pepiño Blanco logró que la opinión pública se pusiera contra los controladores mientras el Gobierno de Zapatero privatizaba AENA.
Cascos lo está haciendo bien, ha sacado una plataforma electoral con la que presentarse a las elecciones casi de la nada, quiere ser elegido democráticamente en un congreso (no en una conversación de café), pide respeto para el adversario y, lo mejor de todo, está enfrentando los problemas que nos aquejan. Sus declaraciones sobre lo que los socialistas están haciendo con las Cajas de Ahorros y sobre la especulación urbanística en Llanes son maravillosas. D. Francisco no ha inventado nada, no lo necesita, con constituirse en abanderado de lo que opinan los ciudadanos tendrá suficiente, ya ha empezado a dar mandobles a diestro y siniestro. Además, están empezando a aflorar irregularidades y corrupción en el Gobierno del Principado que, si la Justicia tira de la manta, pueden dar mucho de sí, favoreciendo a Foro Asturias.
Los que piensen salvar sus traseros con el regreso del doberman, otra vez se van a equivocar.

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