Por primera vez desde la
Transición, las derechas podrán formar Gobierno en Andalucía, feudo tradicional
de la izquierda. El resultado de estas elecciones es un auténtico terremoto
político porque en Andalucía no había un Gobierno, había un régimen, un régimen
que se ha terminado y cuyas consecuencias son hoy difíciles de calibrar. La
debacle de la izquierda tiene mucho que ver con la abstención, es decir, con
que mucha gente, harta de sus partidos y de sus dirigentes, se ha quedado en
casa y no ha ido a votar. Exactamente eso mismo sucedió en las pasadas
Elecciones Generales donde, por ejemplo, Unidos Podemos perdieron nada menos
que un millón de votos, aunque conservaron todos sus diputados al acudir juntos
a aquellos comicios. Esto se ha vuelto a repetir y si no hubiera sido por la
unión de Podemos e IU no se habrían podido obtener 17 diputados en Andalucía (solo perdieron tres escaños, aunque perdieron decenas de miles de votos) diputados que, ante la caída
estrepitosa del PSOE, que ha perdido nada menos que catorce escaños, no
servirán de nada. Yo no creo que haya una sola causa para lo que ha sucedido en
Andalucía, pero está clarísimo que cuando te equivocas, no rectificas ni haces
autocrítica y te empecinas en el error, el resultado está servido. En este
sentido, yo pienso que el problema territorial catalán y el coqueteo con los
independentistas, que ya castigó a las izquierdas en las Elecciones Catalanas, también
las ha castigado en las Andaluzas. También estoy totalmente convencido de que
el problema de la inmigración irregular masiva ha tenido mucho que ver con esta
catástrofe de las izquierdas y con la espectacular irrupción de VOX, pues eso
mismo ha sucedido con la ultraderecha en casi toda Europa y aquí no íbamos a
ser una excepción. Sin dejar de mentar, por supuesto, la desastrosa gestión del Ejecutivo andaluz y los escándalos de corrupción socialistas en aquella comunidad autónoma. A mí no me salen las cuentas si achaco solo la pérdida de
votos de las izquierdas a la abstención, es decir, mucha gente poco
ideologizada que había votado al PSOE ha votado a algún partido de derechas y
estoy seguro que hasta a VOX, porque en Francia, cuando se desmoronó la
izquierda, muchos trabajadores se echaron en brazos del Frente Nacional, el
partido de Marine Lepen ¿No pasó exactamente eso mismo en los años veinte y
treinta del siglo pasado? No hemos aprendido nada y ya lo habíamos advertido.
Cuando la realidad te lleva por
delante, los discursos vacíos, la palabrería barata y los brindis al Sol ya no
sirven de nada. Los estómagos agradecidos y los traidores (me viene a la memoria
Rosa Aguilar, por ejemplo) tendrán que buscar otro cobijo, se acabó el pesebre.
Susana Díaz no logró acabar con su secretario general pero ha logrado el hito
de cargarse, esto no solo ella, al PSOE en Andalucía. Espero que nadie le eche
la culpa a la gente, a los votantes, por lo que ha sucedido. Algunos/nas
deberían conjugar un higiénico verbo, el verbo dimitir.
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