viernes, 14 de diciembre de 2018

EL CONSEJO DE MINISTROS EN BARCELONA


La decisión de celebrar el Consejo de Ministros del Gobierno de España el día 21 en Barcelona puede ser la iniciativa más inteligente de Pedro Sánchez, y/o sus asesores, desde que es presidente o su mayor error, depende de si se han amarrado bien, o no, todos los cabos. Los independentistas tienen convocada precisamente para ese día en Cataluña una huelga general, pero no una huelga general cualquiera, como otras que ya hemos visto en esa comunidad autónoma, en realidad se trata de un ensayo general para la insurrección violenta que piensan llevar a cabo el día de la publicación de la sentencia que, necesariamente, va a ser muy dura con los presos acusados de graves delitos. Es la misma secuencia de acontecimientos que ya hemos visto en otros lugares de Europa, como en Ucrania o en algunas repúblicas de la antigua Yugoslavia. Entes independentistas financiados por la Generalitat y los Comités de Defensa de la República (CDR) y no los sindicatos, CC OO y UGT, son los convocantes de una huelga política que nada tiene  que ver con los intereses de los trabajadores catalanes, sino con sus estrategias golpistas. Las investigaciones del CNI y de la Guardia Civil sobre lo que se está preparando ya no dejan lugar a ninguna duda e imposibilitan cualquier salida política y negociada al conflicto. Finalmente, tanto el PSOE como Unidos Podemos se han tenido que rendir a la evidencia y ahora nos pueden sorprender con su contundente reacción.
En un país cabal lo lógico sería que la reunión del Consejo de Ministros se celebrara en el Palau de la Generalitat, sede del Gobierno autonómico, precedida por una reunión entre ambos Gobiernos, pero en Cataluña hace tiempo que mucha gente ha perdido completamente el juicio y ya es de conocimiento general que los independentistas están centrados solamente en la secesión y en las medidas que estimas necesarias para conseguirla. Una cosa es tener algunas reuniones discretas con algunos/nas ministros/tras y otra muy distinta reunirse con ellos, al completo, en el Palau de la Generalidad. Por eso el Ejecutivo español ha tenido que alquilar la antigua Llotja de Mar, un edificio bien situado y emblemático de Barcelona que ahora es la sede de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación, aunque los independentistas, como mal menor, preferían que se fueran al Palacete Albéniz, en Montjuïc. Este Consejo de Ministros no solo es una provocación, seamos sinceros, lo es en toda regla, para los independentistas por celebrarse en Barcelona, también lo es porque en él se van a tomar medidas como la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y las pensiones, otra afrenta más para Puigdemont y el ala más derechista de los sediciosos y argumentos para que ERC se empiece a desmarcar de los que no son sus aliados políticos naturales.

La creación de monstruos como los CDR, con una estructura copiada literalmente de la guerrilla urbana de la “kale borroka”, se les puede ir de las manos a los independentistas, porque la disciplina, organización y homogeneidad  de ETA, su brazo político y sus cachorros, estaban a años luz de un conglomerado de gentes y organizaciones que no tienen jefes claros. Quiero decir que es de locos pensar que la gente de la CUP, por ejemplo, va a estar a las órdenes de Puigdemont en un momento dado, cuando, desbordados por los acontecimientos, los llamen a la calma y a la no violencia. En ERC hay gente inteligente, como el diputado nacional Tardá, que se empiezan a dar cuenta de con quiénes se han embarcado.
Yo no sé lo que va a pasar en Cataluña el día 21, pero el anuncio de que los CDR piensan tomar autopistas, estaciones de tren, puertos, aeropuertos y edificios oficiales pone los pelos como escarpias a cualquiera. Solo espero que el Gobierno de España no ponga, como hizo Saénz de Santamaría, otra vez a la Policía y la Guardia Civil a los pies de los caballos, que se actúe de forma más profesional y que deje el mantenimiento del orden a los Mossos, incluida la seguridad de la reunión del Consejo de Ministros. Ya veremos si los CDR son, o no, violentos y lo que hacemos después.

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