Después del desconcierto generalizado
tras las Elecciones Andaluzas, cuyos resultados ninguna encuesta vaticinó, ya es hora de
hacer un análisis de lo que ha pasado. Todo el mundo esperaba que el PSOE, que es
más que un partido de Gobierno en Andalucía, es un régimen clientelar desde
hace decenios, ganara las elecciones, como así ha sido, pero nadie que perdiera
nada menos que catorce escaños. Que el PP retrocediera y que ascendiera
Ciudadanos, impulsado por su éxito electoral en Cataluña, era de prever,
también era de prever que la ultraderecha, Vox, entrara en el Parlamento
Andaluz, pero no que lo hiciera con doce diputados. Yo ya he dicho que no se
puede buscar una sola causa para lo que ha pasado. Para buscar esas causas
poliédricas lo único que hay que hacer es subirse a una loma y echar un vistazo
de 360 grados al panorama político español. Así de fácil.
Tras el desconcierto inicial, tanto
para los que han tenido un triunfo con sabor a derrota como una derrota con
sabor a triunfo, las primeras declaraciones de los estados mayores y de los líderes
de los distintos partidos perecían dejar claro que tanto PSOE como Unidos
Podemos (Adelante Andalucía) formarían la oposición y que, por primera vez
desde la Transición, gobernarían Andalucía las derechas, algo que algunos ya
están poniendo en cuarentena, tanto en el PSOE como en Ciudadanos. En efecto,
aunque en el gallinero andaluz todo es posible y lo más probable es que, en
efecto, gobiernen las derechas, incluyendo a la ultraderecha, yo no descarto
todavía otro desenlace, un acuerdo de Gobierno PSOE-PP-Ciudadanos donde el PP
tendría la presidencia, el PSOE mantendría el gigantesco pesebre y Ciudadanos
cortaría algo de bacalao ¿un cordón sanitario contra Vox y contra los “piojosos
bolivarianos” de Unidos Podemos? Ese podría ser el argumento y el espantajo que
esgrimirían los que tienen muchos intereses comunes, entre ellos minimizar a
los que amenazan su poder, un aquelarre ahora en Andalucía y luego en el resto
de España. Tenemos precedentes muy cercanos de pactos contra natura y esos
pactos, a veces tácitos a veces explícitos, quedaron diáfanos y en todo su esplendor
en el intento de golpe contra el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. En
el gallinero andaluz ya no hay un solo gallo, pero cuando el objetivo es seguir
pasando por la piedra a las gallinas no podemos descartar un acuerdo entre
varios pollos.
En este corral, de momento, no va
a haber ninguna rebelión en la granja, como diría Federico Trillo, aquiétense
ustedes, criaturas, la fauna va a seguir siendo la misma, con sus mentiras, sus
contradicciones y sus estrategias bastardas. Unos han enviado cartas a sus
militantes diciéndoles que ellos tenían razón y que los culpables de los
resultados son los electores, otros han salido a la calle a protestar contra
los resultados electorales después de quedarse en casa arrascándose la barriga y
sin ir a votar, también los hay que, en su enésima rectificación, primero
enseñaron la puerta a Susana Díaz y a continuación dicen que debe liderar la
catarsis, y qué me dicen de los que hace cuatro días contaban a todo el que los
quisiera escuchar que debe gobernar la lista más votada y que Pedro Sánchez era
un “okupa” porque lo habían elegido los diputados, no los electores y ahora
postulan como presidente a su candidato, que no solo no ha ganado las
elecciones, ha logrado el hito de perder siete diputados y 300.000 votos,
igualando el peor resultado del PP en aquella comunidad autónoma. La guinda del
despropósito, de la ignominia y de la tomadura de pelo es que los líderes de Vox
dicen ahora que ni son franquistas ni de ultraderecha y que son los que más
defienden la Constitución.
Tenía usted razón, señor George Orwell,
en esta granja, en este gallinero, hace falta una rebelión y, como hemos leído
su genial novela y hemos visto su magnífica adaptación cinematográfica en
dibujos animados (prohibida durante veinte años en los EE UU) ya sabemos
perfectamente quienes no la deben liderar.
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