Este siglo está empezando con un
fenómeno que para nada es nuevo, yo la padeció Europa sobradamente en una buena
parte del siglo pasado, la normalización de la violencia, una normalización
solo posible si esta se banaliza o incluso si se institucionaliza. La violencia
es algo consustancial con el Homo Sapiens desde los albores de la humanidad y a
pesar de que nuestra especie ha dado pasos gigantescos en otros campos sigue
plenamente vigente. Ninguna otra especie sobre la Tierra se ensaña tanto con sus
semejantes. Los cristianos, aunque muchos de ellos soslayan frecuentemente los
Mandamientos y el mensaje del Evangelio, quizá hayan sido los primeros en
desarrollar una filosofía bien estructurada de la no violencia, pero,
evidentemente, en este asunto no han tenido mucho éxito. En el siglo pasado
también hubo movimientos importantes contra la violencia, como el movimiento Hippie,
ya sabe usted “paz y amor” pero eso, como no podía ser de otra manera, se
diluyó como un azucarillo en el café caliente. Cuando los hijos de papá y los
pijoprogres filosofan mientras fuman porros sus cosas no pueden tener ni
seriedad ni continuidad. Seguramente, como en otras cosas, han sido los
marxistas los que han tenido muy claro este asunto, legitimando la violencia
revolucionaria cuando la opresión sobre las gentes y los pueblos sobrepasaba
cualquier límite. Así hay que entender la Revolución Bolchevique en Rusia y las guerras anticolonialistas y
antiimperialistas que se han desarrollado en el mundo a lo largo del pasado
siglo. Hasta algunos cristianos, como el jesuita convertido en comandante
sandinista, Gaspar García Laviana, les tuvieron que dar la razón. A veces los
libertadores se convirtieron en opresores, eso sí, pero, esa es otra historia.
En Europa habíamos llegado
a un consenso tácito: consolidados los regímenes democráticos, los Estados
Democráticos de Derecho y las libertades sociales ya no cabía la violencia
¿para qué si puedes opinar y votar libremente? El fascismo había desaparecido y
los marxistas ya no tenían un monstruo opresor contra el que pegarse, podían
luchar pacíficamente con los instrumentos de la democracia liberal. Ese
consenso está en peligro de romperse. La violencia está volviendo a Europa y se
está empezando a ver como algo normal. La ejercen los mismos movimientos
radicales y extremistas que la ejercieron en el pasado ante la inacción y/o
complicidad de los ciudadanos y de los Estados. El fenómeno nacionalista, el
mismo que incendió por dos veces Europa, cabalga de nuevo y sus líderes son los
que más alientan a los violentos, jaleándolos y financiéndolos ¿ejemplos? pues
los CDR y otros grupos que ya contaminan con su veneno hasta un deporte como el
fútbol. Pero, no son los nacionalistas los únicos que se han subido a ese
peligroso carro, también los que quieren ganar en la calle lo que han perdido
en las urnas y en vez de rectificar, hacer autocrítica y reconocer que se han
equivocado prefieren lanzan adoquines contra la policía. Lo que estamos viendo
en Francia, al año y medio de que los franceses votaran mayoritariamente por Macron,
es una buena muestra, pero aquí también tenemos las nuestras.
La violencia no puede volver a
enseñorearse en Europa, no podemos tolerar que se repita la Historia, y la
violencia no puede ser normalizada, aún menos la violencia política. Solo el Estado,
en defensa de la Ley y de la democracia, está legitimado para ejercerla si lo
atacan. Afortunadamente, ahora podemos ser muy contundentes con la palabra, con el teclado o en las urnas, también, si hace falta, de forma pacífica, en las calles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario