¿Por qué ha levantado tanto
revuelo el asesinato del periodista y disidente saudí, Yamal Khashoggi, si los
crímenes de los Saud, y en especial del mandamás príncipe heredero, Mohamaad
bin Salman, “el hombre más peligroso del mundo”, están a la orden del día? pues
porque este crimen se ha producido en la embajada saudí en Turquía, porque los
EE UU, que habían interceptado las conversaciones de los servicios de
inteligencia saudíes días antes planeando capturar al articulista del
Washington Post, tienen ahora un buen marrón y porque lo que ha ido a parar a la
nube, es decir, el interrogatorio, las torturas y el asesinato, se puede acabar
haciendo público. En efecto, Khashoggi, que conocía muy bien el percal, temía
que le pudiera pasar algo y entregó su teléfono móvil, que tenía conectado a su
reloj inteligente, un Apple Watch que había puesto en modo grabación, a su
novia que estaba en el exterior. Las comunicaciones entre ambos aparatos se
produjeron a pesar de los dispositivos inhibidores de la embajada y quedaron también
en la red. Lo más macabro del asunto es que el cuerpo de Khashoggi sigue en el
interior de la embajada de Arabia Saudí en Estambul, porque, aunque los saudíes
aseguran que el periodista abandonó la embajada, no han sido capaces de aportar
las cintas de las cámaras instaladas en el perímetro de la legación para
demostrarlo.
La reacción del presidente
estadounidense, Donal Trump, que ha manifestado que lanzará “un severo castigo”
si se demuestra que Arabia Saudí está detrás de la desaparición del periodista,
el mismo presidente que también dijo “si esto fuera cierto estaríamos muy molestos
y enfadados” y “vamos a llegar al fondo del asunto” no son más que una cortina
de humo para intentar eludir las propias responsabilidades de los EE UU en el
asunto. Tump ya se ha apresurado a decir, por si alguien pensaba otra cosa, que
los contratos milmillonarios de venta de armas a los saudíes no se van a
cuestionar. Esta hipocresía, la misma de otras cancillerías occidentales, me
recuerda mucho a los izquierdistas de pacotilla que en España, cuando peligró
en contrato de las corbetas que NAVANTIA va a construir en Cádiz para Arabía Saudí
por las dudas en la entrega de una
partida de bombas, la enésima que hace nuestro país para que sean arrojadas contra
la población indefensa de Yemen, manifestaron que “si hay que elegir entre el
pan y la paz elegimos el pan”. Yo prefiero la paz, aunque pase hambre.
Los que se besan con los
sátrapas, con los asesinos, con los que financian a los terroristas de Al Qaeda
y del Estado Islámico y los que les hacen el caldo gordo van a tener que
buscar mejores argumentos para seguir defendiendo o haciendo de mamporreros de
la peor dictadura de la Tierra. Obviamente, el rey saudí se equivocó cuando
hizo caer en desgracia al anterior príncipe heredero para aupar a Mohamaad bin Salman al poder. Ya dije en su día que
este individuo daría muchos disgustos.
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