martes, 26 de julio de 2011

LA CRISIS VA A EMPEORAR


A pesar de la reunión de mandatarios europeos para apoyar las medidas que la canciller alemana Ángela Merkel y el presidente francés Nicolás Sarkozy habían acordado, es decir, otra inyección multimillonaria de dinero a Grecia, las agencias de calificación y los mercados, con buen criterio, no creen que el grave problema de la Deuda que padece Europa se haya solucionado ni que se estén tomando las medidas adecuadas para hacerlo, cebándose en los países del Sur, donde la prima de riesgo supera los 300 puntos básicos en España (tenemos que pagar mas de un 6% de interés por los Bonos del Estado que nos compran con vencimiento a diez años) y se declara a Grecia insolvente.

Esta crisis económica no es mundial, pues ni China, ni India, ni Rusia, ni Iberoamérica la están padeciendo. La crisis es endémica de EE UU y Europa Occidental y aunque los déficits presupuestarios tienen el mayor porcentaje de culpa de las penurias económicas que padecemos, hay causas primigenias, estructurales y políticas, que nos trajeron hasta el borde del abismo.

El liberalismo salvaje soslayó la importancia del Estado como agente imprescindible para la organización económica. El protagonismo del Estado se minimizó hasta el punto de que la gran banca, las grandes corporaciones o, como sucede en EE UU, el entramado militar-industrial, determinaban cuales eran los pasos a seguir o que presupuestos aprobar. El proyecto de una Europa Unida ha fracasado no por culpa de los Estados o de los pueblos, sino por el del capital, que, como siempre, solo contemplaba el beneficio cortoplacista. Así, fracasó la iniciativa de una Constitución Europea, pero se dieron mucha prisa en la creación de una moneda única que disparó la inflación. No importó meter con calzador a Grecia, que no cumplía las condiciones, al nuevo club monetario, ni tampoco aumentar en muy poco tiempo la Unión a 27 miembros, la mayoría procedentes del desmoronado mundo socialista cuyas estructuras económicas no eran homologables a las occidentales. En su día ya dijimos que la política de acoso y derribo a la Europa del Este, a la que tantos, irresponsablemente, se apuntaron, traería graves consecuencias. El proceso de cambio ya se había iniciado y era imparable, no hacía falta precipitarlo. Se creó un gran mercado para las multinacionales, con muchos consumidores potenciales, pero era un espejismo.

Los burócratas de estómagos agradecidos se sumaron a la fiesta, unos se instalaban en las instituciones europeas, sin que el pueblo los hubiera elegido, y otros en las administraciones nacionales, todos dispuestos a poner el dinero público, que teníamos y que no teníamos, a disposición del capital internacional. Todos los países se endeudaron hasta las cejas gastando alegremente los impuestos de los ciudadanos en cosas totalmente prescindibles, que no tenían efecto multiplicador en unas economías que llevaban años padeciendo el problema de la sobreproducción y la falta de la imprescindible revolución tecnológica.

Quitar al Estado gran parte de su protagonismo provocó que la planificación económica fuera totalmente inexistente y que el caos se adueñara de la economía, solo así se explica el crecimiento de la “burbuja inmobiliaria” y la proliferación de las “hipotecas basura”. Es falso, como todos hemos podido ver, que el mercado se regule por si mismo.

China, por ejemplo, con una política económica liberalizada, pero sin renunciar a la planificación, sigue creciendo por encima del 10% y acumula reservas de divisas por casi 3 billones de dólares, algo que contrasta, por ejemplo, con EE UU, con una Deuda que ha sobrepasado el límite legal de 14,29 billones de dólares y que está a un paso e declararse insolvente o, lo que es peor y mas probable, endeudarse aún mas, arrastrando en su futura caída al resto del mundo.

No hay líderes políticos en Europa capaces de poner el cascabel al gato que nos ha traído hasta aquí, ni de construir una Unión donde los ciudadanos decidan y elijan a los responsables comunitarios, los que sean capaces de devolver el protagonismo a la política y al Estado, el que tiene que agrupar a los de las distintas naciones que forman el continente.

Mientras el resto del mundo camina ya por otra senda, EE UU y Europa se cuecen en su propia salsa, por eso va a empeorar la crisis.

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