miércoles, 13 de julio de 2011

EL MUNDO AL BORDE DE LA QUIEBRA

Cuando en septiembre de 2.007 escribíamos un artículo con el título de “La crisis que viene” el mundo estaba ocupado en otras cosas, ¿quién se iba a preocupar por lo que decíamos algunos pájaros de mal agüero, desde expertos economistas como Paul Krugman, que en octubre de 2.008 sería premiado con el Nobel, a personajillos insignificantes como nosotros, cuando el paraíso capitalista nadaba en la abundancia?. Pero los graves desajustes de la economía mundial venían de antiguo, Krugman ya había dicho que en los años 70 la sobreproducción industrial había empezado a ser un problema y que el parche de la globalización económica solo duró el tiempo que los países emergentes tardaron en adquirir tecnología e incorporarla a sus sistemas productivos. Así, con la incorporación a la oferta de países como China, India, Brasil, etc, la situación se agravó todavía mas. Pero la crisis capitalista era un poliedro que tenía caras ocultas que no sabíamos ver con claridad a través del prisma óptico de ciudadanos de países desarrollados. En agosto de 2.007, cuando visitábamos Cuba, tuvimos la suerte de poder ver y escuchar, en la primera cadena de TV, una entrevista, de casi dos horas de duración, al que todavía era primer mandatario Fidel Castro. A pesar de su decrepitud física, debido a la secreta enfermedad que padecía, el líder de la revolución cubana tenía el cerebro a pleno rendimiento. Castro hizo un análisis sobre la evolución de los precios de las materias primas, en particular del petróleo y de los alimentos, sobre todo del maíz, que irresponsablemente se estaba dedicando a la elaboración de biocombustibles y vaticinó que su escalada provocaría hambrunas, desajustes en los países en vías de desarrollo y una crisis mundial sin precedentes. Nosotros formábamos parte, como también Krugman y en general la gente cabal, de los que estaban muy alarmados con el crecimiento del déficit y el volumen cada vez mas estratosférico de la deuda que acumulaban los países desarrollados, particularmente EE UU y Europa, pero todo sumaba para acercarnos al precipicio. Lo que anunciamos no fue una videncia, porque era una evidencia.
En aquel tiempo, el déficit de los EE UU ascendía a 7 billones de dólares, una cifra que daba miedo pero que ahora es el doble. ¿Como es posible que la nación mas poderosa e influyente del planeta haya acumulado una deuda de tales dimensiones?, pues no debe ser una casualidad que, por ejemplo, el presupuesto de defensa USA fuera en 2.007 de 500.000 millones de dólares y ahora esté en torno al billón, añadidas las partidas para las guerras de Irak y Afganistán. Pero también ha influido el diferencial de la balanza de pagos con países como China, que se ha convertido en una potencia exportadora. Mientras estas cosas ocurrían, los “neocon”, bajo las alas protectoras del Gobierno Bush, conseguían que se bajaran los impuestos y que el Estado socorriera con inmensas cantidades de dinero público al sistema privado de pensiones que estaba en quiebra técnica.
Europa también vivía en una fiesta. Los países mas ricos, particularmente Alemania, habían sido contribuyentes netos en la ampliación hasta 12 miembros. España y Portugal, entre otros, habían recibido millonarios Fondos Europeos de Cohesión, pero se inició una loca vorágine de adhesiones de países, en muy poco tiempo, hasta llegar a 27. La mayoría de estas naciones procedían del mundo socialista que se había desmoronado y sus sistemas económicos y productivos requerían un esfuerzo para el que Europa no estaba preparada. A día de hoy, Alemania todavía no ha sido capaz de asimilar completamente a la antigua RDA, donde el nivel de paro triplica al de los Länder occidentales. También se hacía la vista gorda con la falsificación del déficit de países como Grecia para que pudieran acceder a la moneda única.
Un fenómeno muy a tener en cuenta fue el de la inmigración, se permitió la llegada de millones de inmigrantes que serían empleados como mano de obra barata. La intención era abaratar el mercado de trabajo para que el capital pudiera tener todavía mayores beneficios. Pero un alto porcentaje de los inmigrantes eran explotados en la economía sumergida, bien por empresarios sin escrúpulos o por mafias. Su trabajo producía plusvalías privadas, pero no se cotizaba a la Seguridad Social, eso sí, el Estado de Bienestar les proporcionaba ayudas sociales, sanidad gratis, etc. Otro desequilibrio que el tiempo ha revelado como inasumible.
Tampoco nos podemos olvidar de las ingentes inversiones públicas acometidas, muchas perfectamente prescindibles. Todo el mundo quería que un tren AVE llegara hasta el apeadero de su pueblo, por ejemplo.
El estallido de la burbuja inmobiliaria por culpa de las hipotecas basura fue un detonante anticipado que podría haber servido de advertencia para empezar a tomar medidas que nos vacunaran contra la metástasis a la que la economía mundial estaba condenada. No fue así, los Estados centraron sus esfuerzos en atacar los derechos sociales y los salarios, disminuyendo el poder adquisitivo de los ciudadanos y agravando aún mas la situación, mientras las administraciones seguían con sus alegrías y con sus déficits presupuestarios. Naturalmente la Deuda se disparó y con ello la dificultad para poder financiarla, hasta llegar a la situación crítica actual. Los políticos han buscado fantasmas sobre los que hacer recaer sus propias responsabilidades en los especuladores y los mercados, pero son monstruos que ellos mismos han alimentado.
Otra vez, cuatro años después, tenemos aquí la evidencia, en septiembre el mundo estará al borde de la quiebra.

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