miércoles, 2 de marzo de 2011

LA INFLACION SE DISPARA


Parece que la pretensión del Gobierno de convencernos, antes de las elecciones del 22 de mayo, de que la crisis ha llegado a su fin, está siendo desactivada por los acontecimientos. No solo el paro continúa aumentando, aunque desde el Ministerio de Trabajo nos digan que a un ritmo menor (sino fuera así ya habría estallado la revolución), también la inflación, que ya supera el 3,6%, cuando en el conjunto de la Zona Euro está en el 2,5%. Lo peor es que el Banco Central Europeo ya está pensando en elevar los tipos de interés para frenar el incremento de los precios. Esta medida, tan querida por los economistas de “La Escuela de Chicago”, se ha revelado efectiva cuando la economía está recalentada, es decir, cuando los ciudadanos tienen dinero en el bolsillo y hay un fuerte incremento de la demanda, pero, en la situación que se encuentra España, con un mercado interno semiparalizado (baste ver la caída de las ventas de automóviles y de los pisos), no frenaría la inflación y agravaría la situación financiera de las empresas y las familias, que ya es muy precaria.
Los voceros gubernamentales están haciendo ingentes esfuerzos por persuadirnos de que la fuerte subida de la inflación se debe a la crisis en los países árabes y la subida de los precios de los hidrocarburos (ojo con una intervención militar de la OTAN en Libia, en la que estaría implicada España, sin mandato del Consejo de Seguridad de la ONU), pero no es totalmente cierto. La verdad es que la inflación en España empezó una carrera desbocada cuando adoptamos el euro como moneda (en Francia, por ejemplo, se prohibió por ley la subida de precios aprovechando el cambio de moneda). Aunque se intentó disfrazar, sacando del cómputo artículos y bienes de consumo, los ciudadanos sufrieron una fuerte pérdida del poder adquisitivo que fue un buen caldo de cultivo para que en el prendiera, con mucha mas fuerza que en otros países, la crisis financiera internacional. El Gobierno de Zapatero, que había dejado las arcas del Estado vacías, cuando se vio amenazado por EE UU y Alemania tuvo, a pesar de las advertencias que se hicieron, dos ocurrencias que, con el tiempo, se revelarían nefastas, por un lado subió los impuestos especiales (que gravan, entre otras cosas, las gasolinas y gasóleos) y el IVA y por otro congeló y bajó los salarios de pensionistas y funcionarios y permitió que las empresas ajustaran su economía dando un tijeretazo a las nóminas de los trabajadores. Aunque parezca de locos, muchas empresas también subieron los precios de los productos que ofrecen o elaboran para compensar la pérdida de ventas y cuadrar sus balances. La inflación ya estaba en cifras inasumibles antes de que estallaran los levantamientos árabes pero, con el incremento de los precios del petróleo y gas, en un país tan dependiente de energía como España, la situación se está volviendo dramática.
El paro sigue aumentando y no se crearán puestos de trabajo hasta que la economía no crezca por encima del 2,5%, cosa imposible porque está en el 0,1% y la perspectiva es mala para muchos años.
Mientras, se siguen sin acometer las reformas estructurales necesarias (que nada tienen que ver con los ataques a los derechos de trabajadores y pensionistas), se sigue despilfarrando dinero en las administraciones públicas, incrementando, sin pudor, el déficit y la deuda y se sigue sin meter mano con contundencia (modificando el código penal y las sanciones administrativas) a la economía sumergida, que supone, según el propio Banco de España, el 23% de nuestro PIB.

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