sábado, 5 de marzo de 2011

LIBIA Y LA CRISIS MUNDIAL


Después del estallido de la crisis financiera mundial cuyo detonante, como todo el mundo sabe, fueron las hipotecas “subprime” (créditos basura o de alto riesgo), los ciudadanos de la Tierra, salvo la excepción islandesa, dejaron en manos de los mismos que habían provocado la hecatombe la solución del desbarajuste económico y del estado de emergencia al que habían condenado a muchas naciones y pueblos. Los Gobiernos que habían permitido al capital campar a sus anchas y especular con los créditos y los precios de las materias primas y los alimentos, los dirigentes políticos que habían asistido complacientes a la brutal pérdida de poder adquisitivo de amplias capas sociales, no tuvieron escrúpulo alguno en vaciar las arcas de los Estados y atacar los derechos históricos de los trabajadores. Bajo la coartada de la crisis, otra vez hubo un trasvase brutal de recursos que empobrecía, aún mas, a la mayor parte de la población en beneficio de unos pocos. Se nos dijo que, con con las duras medidas de ajuste y los sacrificios, otra vez volveríamos a la senda del crecimiento. El problema es que el planeta y sus recursos son limitados y, siendo así, no se puede crecer indefinidamente. Es decir, debemos ser conscientes de que esta crisis no es otra más, cíclica, sino la que anuncia el ocaso y muerte del sistema capitalista, al menos como lo hemos conocido hasta ahora.
Una gran parte de los acontecimientos mundiales, como pasa con la posición de las partículas en el principio de incertidumbre de la mecánica cuántica, se han convertido en algo imposible de predecir y de determinar. Sabíamos que los precios de las materias primas y de los alimentos otra vez volverían a repuntar, porque los mercados y los especuladores seguían teniendo la sartén por el mango, pero nadie se podía imaginar hace pocos meses lo que ocurriría en los países árabes.
Los metales y el petróleo habían iniciado una subida moderada de los precios bajo el espejismo de la recuperación económica, pero había otros peligros acechando, como la subida de los alimentos, en un mundo cada vez mas poblado (7.000 millones de personas), donde las catástrofes meteorológicas que está provocando el cambio climático también están pasando factura (la desastrosa cosecha de cereales en Rusia, uno de los mayores exportadores mundiales de trigo y cebada, ha conseguido que, como habíamos anunciado hace meses, otra vez se disparen los precios). Las revueltas en los países árabes en principio no tuvieron repercusión mundial, salvo en las políticas geoestratégicas de las potencias occidentales, que empezaron a temer cambios verdaderamente revolucionarios. Pero el estallido de las revueltas en Libia, que han degenerado en una guerra civil, han provocado una situación muy peligrosa donde la subida de los precios de los hidrocarburos, con todo lo que eso está suponiendo, no será lo peor.
Libia era un país prácticamente despoblado que tenía grandes ingresos gracias a su producción de petróleo y gas. Tras la reconciliación de Al Gadafi con EE UU y sus aliados, las inversiones de algunos países, sobresaliendo Italia y Francia, se incrementaron espectacularmente y favorecieron, aún más, la llegada de cientos de miles de ciudadanos que acudían a trabajar a ese país, algo común también en otras naciones árabes ricas. Libia, que gozaba de la segunda renta per cápita de África, también tenía, desde hace años, bastantes extranjeros en sus fuerzas armadas, como ocurre, por ejemplo, en España, sin que a nadie se le ocurra llamarles mercenarios. Con la agudización del conflicto se ha iniciado un éxodo que va a tensar aún mas los conflictos sociales en todo el Norte de África.
Pero el mayor peligro para la estabilidad de toda la región, incluso para la paz mundial, es que EE UU y sus aliados de la OTAN decidieran intervenir militarmente en Libia. Puede que la razón fundamental para ello no sea tanto el control del petróleo, como ingenuamente podríamos pensar, como intentar reconducir las revoluciones árabes salvaguardando los intereses de Occidente e Israel.
Muammar al Gadafi es un lunático, pero seguir las mismas pautas intervencionistas que en Irak puede llevar a Al Qaeda a las puertas de Europa y esos son malos mimbres para construir la nueva sociedad mundial del siglo XXI. El Consejo de Seguridad de la ONU seguramente tampoco autorizará esa loca aventura.

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