jueves, 21 de enero de 2010

¿PARA QUE SIRVEN LOS SINDICATOS?


"Confieso que he luchado", dijo en sus memorias Marcelino Camacho, carnet número uno de CC OO, condenado a trabajos forzados tras la Guerra Civil por ir voluntario en auxilio de la República y vuelto a encarcelar en 1.967, durante nueve años, en la cárcel de Carabanchel, por sus actividades sindicales. También Nicolás Redondo, que fue casi dos décadas Secretario General de UGT, desterrado a Las Hurdes por la Dictadura, sabe algo de estas cosas. Pero los tiempos cambian y las organizaciones también. Aquellos sindicatos que luchaban por la defensa de los trabajadores, por la libertad y por la democracia, aquella gente que se jugaba el pellejo tirando octavillas de madrugada y organizando huelgas en circunstancias donde solo los muy valientes se atreven, aquellos hombres que recibían palizas en las comisarías y perdían sus trabajos por actuaciones legales en cualquier país democrático, han sido reconvertidas a otras dirigidas por individuos que ya no representan a los trabajadores y, lo que es peor, se alían con los empresarios para repartirse el dinero de los contribuyentes y para, en aquelarres de compadres, ver como exprimir, aún más, a los proletarios sin que estos les rebanen el pescuezo. La última fechoría que están organizando, al abrigo y con el pretexto de la crisis, es lo que han dado en llamar "Reforma Laboral", eufemismo con el que se pretende el abaratamiento del despido, en un país donde más del 70 % de los contratos son temporales y el despido, en estos casos, es gratuito, y la reforma de las pensiones, alargando la edad de jubilación y cambiando el cómputo para la prestación para que esta sea aún mas paupérrima. Bendecidos por el Gobierno de la pseudoizquierda están preparando el discurso para hacer tragar una pócima venenosa a los currantes. Nos dirán lo bueno que va a ser para los trabajadores el acuerdo, que va a haber muchos mas contratos fijos (se pretenderá sustituir los contratos con 45 días de indemnización por solo 20 días, en despidos improcedentes) y que viviremos en el país de Alicia, pamplinas. Ya nadie les cree. Los que han prejubilado a centenares de miles de personas, los que han dilapidado el dinero del Estado en subvenciones ridículas, hasta dejar sus arcas bajo el yugo de la deuda, los que, en fin, han estado todos estos años subidos al caballo de la especulación, los beneficios abusivos y el despilfarro, son los que, cuando sus errores pasan factura, quieren hacer funcionar el martillo pilón sobre los derechos históricos de los trabajadores, metiéndoles, de paso, la mano en su exigua cartera. Vamos a asistir a una traición de proporciones históricas, a los proletarios y también a aquella gente que, como Marcelino Camacho, Nicolás Redondo y tantos anónimos, dieron mucho de sus vidas por la defensa de sus compañeros, de su clase.

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