La empresa estatal española de
construcción naval militar NAVANTIA ha tenido que retirarse del “Proyecto
Tamandaré” para dotar a la Armada de Brasil de una fragata de nueva generación.
Ha sido una decisión dolorosa y difícil, porque para España las relaciones con
Iberoamérica son especiales y porque se habían hecho grandes esfuerzos para
hacerse con ese contrato. La empresa mixta de NAVANTIA e inversores locales,
que cuentan en Brasil con importantes instalaciones industriales, ya había sido
invitada a participar en el concurso por el Gobierno de ese país y tenía muchas
posibilidades de hacerse con el contrato ¿Es una mala noticia? hasta cierto
punto, porque NAVANTIA ha tenido que retirarse de ese proyecto ante el aluvión
de pedidos que está recibiendo en los últimos meses de todas partes del mundo y
ante la imposibilidad de poder mantener los plazos de entrega y la seriedad de
la empresa si se comprometen más encargos. Ninguna empresa naval en el mundo está
teniendo tanto éxito y eso se debe al esfuerzo de muchos, en especial de la
dirección, de los ingenieros y de todos los trabajadores de NAVANTIA, empresa
que se fundó en el año 2.005 con la segregación de los activos militares de la
empresa pública IZAR.
En estos momentos NAVANTIA está
concluyendo la puesta a punto de los dos buques de proyección logística
(portaaviones ligeros multimisión similares al buque Insignia de la Armada
española, “Juan Carlos I”) que ha construido para la Marina Australiana (serie “Camberra”)
de los que también se ha hecho con el contrato de mantenimiento. También está
construyendo NAVANTIA en sus astilleros australianos tres destructores y quedan
pendientes de entregar tres patrulleros de altura (corbetas) para Venezuela.
Pero, los pedidos cerrados y a punto de hacerlo en los últimos meses son
impresionantes: 20 fragatas para los EE UU, 15 Fragatas para Canadá, 5 corbetas
para Arabia Saudí (en este artículo no voy a hacer análisis políticos) dos
buques LHD para India y uno que ya está en fabricación para Turquía (similares
también al “Juan Carlos I”) y varias fragatas y submarinos para Perú
(pendientes concretar cantidad). A esto hay que añadir los cuatro submarinos
S-80 Plus que se están construyendo para la Armada Española y las novísimas cinco
fragatas F-110 que se acaban de encargar también para la Marina Española y de las que
ya se ha solicitado a los EE UU la entrega de los correspondientes sistemas
misilísticos AEGIS, como los que ya llevan las exitosas fragatas españolas de
la serie F-100 y las cinco que, basadas en ellas, se construyeron para Noruega.
Los astilleros de Cartagena, Cádiz y Ferrol no dan abasto.
Sin duda el programa más difícil
y complejo que está desarrollando NAVANTIA es el proyecto del submarino S-80
plus, que navegará en inmersión con pila de combustible de hidrógeno. Lo más
fácil hubiera sido construir los submarinos "Scorpéne", de origen francés que ya
se hacían en colaboración con Francia y de los que Chile y Brasil han adquirido
unidades a los galos o con fabricación conjunta, pero NAVANTIA se decidió por el
desarrollo de un submarino español, nuevo por principio, en una apuesta a largo
plazo. A pesar de todas las dificultades (sobrepeso, incendio de la primera
pila de combustible, sobrecostes, etc,) la experiencia de la empresa española
en integración de sistemas complejos de distinta procedencia y su buen hacer concluirán,
estoy seguro, con la botadura del mejor submarino del mundo de su clase. El
primero de la serie se llamará S-81 “Isaac Peral” y los tres siguientes S-82 “Narciso Monturiol”,
S-83 “Cosme García” y S-84 “Mateo García de los Reyes”. Ante la necesidad de
sustituir lo antes posible a los vetustos submarinos de la serie S-70, es
probable que los primeros de la clase S-80 Plus se entreguen sin la pila de
combustible de hidrógenos, que sería instalada posteriormente cuando los otros
dos, ya con ella, entren en servicio.
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