Piensa la gente que los principales problemas de los españoles
son los que salen reflejados en las encuestas del CIS, pero no es cierto, uno
porque esas encuestas ya está precocinadas, que no tanto cocinadas, aunque
también, y otro porque la mayoría de los ciudadanos no son del todo conscientes
de lo que es verdaderamente más grave. Por supuesto que el paro, la corrupción,
la inmigración, el secesionismo, etc, son problemas muy importantes, pero ni de
lejos son los más graves que tenemos en nuestro país. Un problema que
traumatizó a la opinión pública de los EE UU durante años fue la guerra de
Vietnam, donde a lo largo de toda ella murieron algo más de 58.000 norteamericanos
(otra cosa fueron los vietnamitas, que fueron más de un millón) pues bien, en España
mueren al año por tabaquismo exactamente ese mismo número de personas y ni de
lejos hay la misma preocupación que, por ejemplo, las mujeres muertas por
violencia de género, que son diez mil veces menos, sin que con esto quiera
decir que los crímenes machistas sean algo baladí, naturalmente. Este es un
ejemplo de que la percepción de la gravedad de las cosas va por un lado y la
verdadera gravedad por otro. Para mí el mayor problema de España es, con
diferencia, la impunidad, pues es el padre y la madre de casi todos los demás
problemas que padecemos. La impunidad campa a sus anchas en este país, el Reino
de Jauja para todo tipo de facinerosos. En España la
mayor parte de las fechorías salen gratis y los delincuentes, tanto el de poca
monta como el de guante blanco, campan a sus anchas. No se trata de que las
leyes y el Código Penal españoles sean demasiado blandos, que, en ocasiones,
también, sino que lo normal es que el que la hace no la paga. La impunidad no
tiene raíz política, sino social, y está instalada en todos los ámbitos donde
desarrollamos nuestra actividad. Pero, acabar con la impunidad y forzar
un punto de inflexión, también educacional, sí necesita de una voluntad política, con
actuaciones ejemplares, de arriba abajo, que dejen muy claro a todo el mundo
que no se sale indemne de pasarse por la entrepierna las normas sociales y de
convivencia, la Ley y la Constitución.
Algunos de los asuntos que hoy nos preocupan
son producto de actuaciones que quedaron impunes en su momento, que no se
cortaron cuando había que hacerlo, y que han dado alas a los que no han
encontrado freno alguno a sus desmanes.
Es obvio que la corrupción generalizada es producto de la impunidad de que
gozan los corruptos y los corruptores o que los problemas secesionistas son una consecuencia de
la impunidad de declaraciones y actos inconstitucionales de los
independentistas que sucedieron en el pasado. No es que en España delinquir
salga barato, es que casi siempre sale gratis. Uno puede incumplir las
resoluciones judiciales o mofarse e incluso agredir a la Policía y la Guardia
Civil y salir biemparado.
Pero, no solo nosotros nos hemos dado
cuenta que en nuestro país se puede sobornar, robar, malversar, traficar con
drogas y personas, quemar montes, contaminar, romper mobiliario urbano, agredir,
etc, impunemente, los de afuera también se han dado perfecta cuenta de ello.
Miles de extranjeros se saltan la Ley a diario en España o se ríen de nuestras
normas buenistas. Son famosas las carteristas bosnias que acumulan más de 400
detenciones en el Metro de Madrid, y los cientos de vehículos sustraídos a
diario, pero aún son mucho más graves los asaltos a chalets y a comercios
perpetrados por bandas organizadas que, en contraste con sus países de origen,
han llegado al paraíso de la impunidad.
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