Muchas de las cosas que padecemos
los asturianos son por culpa nuestra. La minería y la industria siderúrgica estatales
dibujaron una nueva sociedad en una región de minifundios, de “caseríes”, y de
medianas industrial, como la textil, que agonizaban, sirviendo de salvavidas en
aquel momento histórico, pero, a la postre, provocando otros problemas, como el
monocultivo industrial, la parasitación política, sindical y empresarial, corrupción,
despilfarro y, sobre todo, impidiendo la creación de una mediana burguesía pujante
y de alternativas de futuro. Las consecuencias las estamos viendo ahora en toda
su crudeza con la descarbonización. Lo despreocupación de los asturianos por el
futuro, hasta que no tenemos el agua al cuello, va a la par, y
forma parte de la misma filosofía, que el nulo interés por nuestro pasado, por
nuestra historia, por nuestros héroes y por nuestros prohombres. Se cumplen
ahora 1.300 años de la creación del Reino de Asturias y la efeméride, que está
pasando casi desapercibida, no es, ni mucho menos, baladí, porque la constatación
de esa realidad histórica es un argumento demoledor contra los que entonces, y
después, durante mucho tiempo, pertenecían al Califato de Córdoba o al
Imperio Carolingio y que ahora, en base
a una pretendida “nacionalidad histórica”, exigen privilegios discriminatorios
sobre otras CC AA, incluida Asturias.
Lo más increíble de la ignorancia
de los asturianos sobre nuestra propia historia es que la mayoría no conoce quien
era Gaspar Melchor de Jovellanos, qué representó, cuáles eran sus ideas, etc.
Si hiciéramos una encuesta a pie de calle preguntando a la gente sobre Jovellanos
nos pondríamos a llorar, pero nuestro estado de ánimo no mejoraría si
preguntáramos en las escuelas o en la universidad. Jovellanos es motivo de
estudio en universidades extranjeras, pero aquí, en su propia tierra, es un
perfecto desconocido. Cuarenta años después de la Guerra de la Independencia
(1.808-1.814), en el diario “New York Tribune”, Karl Marx escribió una serie de
artículos sobre “La España Revolucionaria”, los textos fueron publicados
exactamente entre septiembre y diciembre de 1.854. En el artículo publicado el
27 de octubre, Marx, aunque no era la primera vez que lo hacía, hace mención
expresa de Asturias, de la plena soberanía de la Junta General en los primeros
momentos del conflicto, de la embajada asturiana enviada a Inglaterra y del
político asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos, al que alaba como reformista y
filántropo, poniendo como ejemplo su “Informe sobre el Mejoramiento de la Agricultura
y la Ley Agraria” y entrando en detalles como la oposición del grupo que
lideraba el Conde de Floridablanca a las ideas progresistas y muy adelantadas a
su tiempo de Jovellanos. Un prusiano tuvo entonces la inteligencia que todavía
hoy no tenemos los asturianos.
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