Aunque no oficialmente, ya
estamos inmersos en plena campaña electoral para las próximas elecciones
generales, la incógnita es saber lo que puede durar esta campaña, que puede ser
muy poco tiempo o más de año y medio, depende de varias circunstancias, desde
la imposibilidad para sacar adelante los Presupuestos, hasta los variopintos
intereses, incluidos los electorales, de los heterogéneos partidos que
sostienen, con pinzas, al Gobierno.
El Ejecutivo de Pedro Sánchez se
había planteado como estrategia una serie de medidas con la intención de
agrandar su nicho electoral, no gestionando bien o mejor que el anterior
Gobierno de Rajoy, sino repartiendo dinero. Recordemos que la izquierda, esa
izquierda que hace tiempo perdió el Norte ideológico, es muy aficionada a
repartir dinero público cuando se acercan las elecciones, como hacía Zapatero
con las rebajas del IRPF o regalando ordenadores. Pero, hete aquí que el
Partido Socialista se ha encontrado con que algunos de sus apoyos querían más
dinero para despilfarrar y a otros les parecía demasiado lo que quería gastar
de más el Gobierno. En fin, nos han hecho un favor al no aprobar en el Congreso
de los Diputados aumentar el techo de gasto, porque aumentar el déficit y, en
consecuencia, la Deuda, lo tendríamos que acabar pagando nosotros en el
futuro con intereses. Como sucede en cualquier familia, endeudarte para una
inversión, como lo es una vivienda o un negocio, puede ser razonable, pero
endeudarte para salir de fiesta o irte de vacaciones no. Exactamente igual pasa
con un Gobierno, una cosa es endeudarse para hacer inversiones que tengan un carácter
multiplicador y que generen riqueza y puestos de trabajo y otra muy distinta
para gastos corrientes o sociales. Si se mata la gallina no habrá huevos en
el futuro para nadie.
De lo que se trata ahora es, a
falta de dinero que repartir y con la gente alarmada por ocurrencias como la de
querer acabar con el diésel (aunque en realidad es solo una coartada para
demonizar este combustible y subir los impuestos al gasóleo, otra forma de
obtener dinero) encontrar algo que vender, sea el elixir de la eterna juventud o
sea un crecepelo maravilloso capaz de hacer brotar una tupida melena a los calvos. Todos
están inmersos en un cursillo acelerado de charlatanes de feria para
empequeñecer a Donan Pher, el fallecido emperador del bolígrafo asiduo de
muchas ferias de España y del rastro de Gijón. Pero, en eso llegó
Pablo Casado, el recién elegido presidente del Partido Popular tras un pacto
entre perdedores. Casado era hasta hace poco el vicesecretario general de
comunicación (así se llama ahora a la propaganda) y tiene mucha experiencia en
estos asuntos ¿Qué ha hecho perder elecciones en los últimos tiempos en Europa
y que formaciones políticas menores o desahuciadas crecieron como la espuma? se
ha preguntado el nuevo presidente del PP, pues la inmigración, como todo el
mundo debería saber. Así que Pablo Casado, después de reunirse con Aznar, el
que hablaba catalán en la intimidad y con el que empezó el tráfico de pateras
en plena burbuja financiero-inmobiliaria, no ha perdido mucho tiempo en poner a
los independentistas catalanes en su sitio y viajar a Algeciras y Ceuta para
criticar desde allí la política de papeles para todos. De momento no se ha
atrevido a ir más lejos y hablar de no aceptar más inmigrantes. Si Casado osara
arrimar este ascua a su sardina es muy probable que el PP arrasara en las
próximas elecciones generales, dejando con cara de tontos (yo ya lo había
advertido) a la izquierda, pero no está claro que el nuevo presidente del PP se
tome este asunto completamente en serio y tampoco que pudiera salir airoso de
la campaña política y mediática, que ya ha empezado, con la intención de,
además de etiquetarlo como muy derechista (que lo es) también colgarle los
sambenitos de xenófobo y racista. Eso solo se puede contrarrestar con otras
políticas que beneficien a los trabajadores, incluso verdaderamente progresistas, e
incluirlas valientemente en el programa electoral. Eso es lo que han hecho y
están haciendo los que están ganando en Europa.
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