Dentro de la campaña feminista
para lograr un mundo donde impere, no la igualdad, sino la dictadura matriarcal,
como la que durante milenios padeció la Humanidad antes de que, con la
aparición de la ganadería y la agricultura y los asentamientos permanentes, surgiera el patriarcado, una dictadura matriarcal en la que ni siquiera existía
la palabra “padre”, como descubrió el antropólogo estadounidense L H Morgan
tras sus estudios sobre las tribus americanas, se ha iniciado una nueva ofensiva en Asturias, esta
vez utilizando las agresiones sexuales como cortada. Cualquiera diría que en Asturias
hay un problema grave de agresiones sexuales, ya que en esta cuestión han
centrado hasta las comisiones de festejos de las fiestas estivales su principal
preocupación, apoyadas por el Gobierno del Principado, la Delegación del
Gobierno y la Federación de Concejos. La verdad es que en todo el verano pasado
solo se interpusieron en Asturias tres denuncias por agresiones sexuales y dos
por abusos y la mayoría de ellas no estaban relacionadas con las fiestas. Sin
querer minimizar, para nada, este problema, está clarísimo que solo cinco
denuncias en el océano de demandas interpuestas por otros delitos no es algo
con el suficiente peso ni para una exagerada alarma social ni para centrar la
problemática alrededor de las fiestas en las agresiones sexuales. El problema
más grave, con diferencia, que hay ahora en las celebraciones al aire libre, no
solo en fiestas patronales, es el del alcoholismo y la cultura del botellón que
practican muchos jóvenes, como bien saben los servicios de urgencias de los
hospitales, que todos los veranos tienen que atender unos cuantos comas
etílicos. Este problema también es de las mujeres, pues son también las chicas
las que lo padecen. Pero, ni a las organizaciones feministas, ni a la
Federación de Festejos ni al Gobierno del Principado, ni a la Delegación del
Gobierno parece importar demasiado pues, al contrario que con las agresiones
sexuales, no han iniciado ninguna campaña contra él.
La criminalización del hombre,
pues de eso es de lo que se trata, forma parte de una estrategia que nada tiene
que ver con la legítima reivindicación de la igualdad entre los sexos y la
liberación de las mujeres, que han estado sometidas durante mucho tiempo al
patriarcado. Esa criminalización ya ha conseguido que se aprueben leyes
inconstitucionales que establecen diferencias jurídicas y penales en función
del sexo y que, por ejemplo, el género, sea un agravante en las sentencias o
que sea visto como normal que se ataque a los jueces cuando las sentencias no agradan
y cuando los magistrados no tragan con los juicios paralelos. Hemos llegado a un punto en el que solo la
palabra de una mujer sirve para que un hombre sea detenido y metido en los
calabozos, sea o no culpable.
Estos días hemos visto como un
varón ha sido asesinado en Asturias por una mujer, concretamente en Lugones, y
nada menos que con treinta puñaladas, pero no hemos visto ni una sola
manifestación de repulsa, ni ninguna concentración ante los ayuntamientos, ni
ningún prurito condenatorio en las personas y organizaciones que enseguida se
movilizan cuando es un caso del sexo contrario, tampoco hay ningún tipo de
condenas cuando aparecen bebés muertos, asesinados por sus madres, algo que se
ha hecho ya frecuente, en contenedores de basura o como el que se encontró hace
pocos días en una Planta de Tratamiento de Residuos de Granada. ¿Ha visto usted
a estas organizaciones hacer algo contra la prostitución y la trata de blancas
o contra la aberrante ceremonia gitana del “pañuelo”? estos asuntos, gravísimos
y muy lesivos para muchas mujeres, no sirven para sus intereses.
Por supuesto que no queremos que
haya agresiones ni abusos sexuales contra las mujeres, ni uno solo, faltaría más,
pero utilizar como coartada para nuevas campañas totalitarias las agresiones
sexuales de las fiestas veraniegas asturianas es demasiado grosero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario