miércoles, 13 de junio de 2018

EL AQUARIUS, CRÓNICA NO POLÍTICAMENTE CORRECTA


El sábado día 16 de junio está previsto que lleguen al puerto de Valencia varios buques, entre ellos el Aquarius,  que traen a los 629 inmigrantes que este buque, contratado por la ONG Médicos sin Fronteras, había recogido de varias pateras sobre el Mediterráneo. La verdad, para que entremos ya en harina, es que estos barcos nodriza gestionados por ONGs no van por el mar buscando pateras con inmigrantes, sino que están perfectamente coordinados con las mafias del tráfico de personas, se llaman por teléfono y se dan las coordenadas para que luego traigan a los subsaharianos a los puertos de Europa. Estos días, con una indecencia de libro, se está acusando a Italia y a los italianos de insolidarios y xenófobos, al mismo país y a los mismos ciudadanos que recibieron cientos de miles de inmigrantes, en muchos barcos como el Aquarius, que llegaron desde Libia, vía isla de Lampedusa. Los italianos fueron solidarios cuando Europa les dio la espalda hasta que sus ciudades se llenaron de inmigrantes en paro a los que tenían que mantener, entonces se les acabó la solidaridad y el buen corazón. En la Libia de Al Gaddafi, que era el segundo país en renta per cápita de África, solo superado por las Islas Canarias y las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, trabajaban casi dos millones de inmigrantes subsaharianos, unos, acusados falsamente de colaborar con el régimen, fueron salvajemente asesinados a machetazos (esas cosas no se contaron por aquí) por los mercenarios yihadistas que apoyó la OTAN (que entraron desde Egipto en cientos de vehículos 4X4 completamente nuevos y artillados con armamento ucraniano que les donó gentilmente Arabia Saudí) y otros tuvieron que pagar dinero a las mafias, que enseguida crearon esos nuevos señores de la guerra, para huir hacia Italia. Los italianos han dicho basta, ya no quieren más inmigrantes, y como a los transalpinos solo les dejaron el derecho al pataleo del voto pues lo han ejercido, por eso ahora hay allí un Gobierno monstruoso de los neofascistas de la Liga Norte y los ácratas populistas del Movimiento Cinco Estrellas ¿Bajo qué piedra se esconden ahora los que apoyaron y jalearon ir a la Guerra de Libia “para poner allí la democracia”? Eso sí, en Italia sus partidos han quedado laminados. Pues bien, son precisamente esa pléyade de irresponsables, exactamente los mismos que han provocado una hecatombe humanitaria en Libia y en el Mediterráneo, los que ahora están más compungidos por el drama de los inmigrantes y los que se van a poner en primera fila para hacerse la foto en Valencia.
Cualquiera que tenga corazón no puede ser insensible ante el drama de la inmigración, pero los Estados y las sociedades no se gestionan con el corazón, sino con la cabeza. Hay que estar muy ciegos para no darse cuenta que el ascenso de formaciones de ultraderecha y neonazis en Europa está íntimamente ligado al fenómeno de la inmigración masiva y descontrolada, exactamente igual que lo están el Brexit o el triunfo de Donal Trump. Lo que está sucediendo en Holanda, Francia, Alemania, Suecia, Bulgaria, Hungría, Austria y ahora Italia es tan evidente que no se puede negar la realidad. Algunos países de Europa, como Reino Unido o Francia, por ejemplo, habían recibido en el pasado muchos inmigrantes pero la incorporación a la UE de países pobres de la Europa del Este y la creciente inmigración asiática y africana ha desbordado las capacidades de unas sociedades que ya tenían sus propias crisis. España es el país del mundo que más inmigrantes ha recibido en los diez últimos años, son ya cerca de cinco millones, una buena parte indocumentados y que trabajan en la economía sumergida o en actividades ilegales o alegales, como la prostitución, al dictado de las mafias. Pero, vendrán más, muchos más, Médicos sin Fronteras dicen que en las costas de Libia hay 700.000  personas esperando echarse al mar y en el Norte de Marruecos hay otro medio millón, un área de negocio fabuloso y sin riesgo alguno, es más, con mucha colaboración, ahora que, ante la grave situación creada en la Línea de la Concepción, el Gobierno de España no ha tenido más remedio que dejar de mirar hacia otro lado y entrar a saco contra los traficantes de droga.  

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