domingo, 28 de febrero de 2016

EL REFERÉNDUM SOCIALISTA

El PSOE ha organizado un referéndum entre sus militantes donde estos han aprobado por una amplia mayoría de un 79% la pregunta que se les hacía, que no era exactamente si aprobaban el pacto con Ciudadanos, era una pregunta genérica que se sacó Pedro Sánchez de la manga para poder acudir, con el respaldo de las bases, al Comité Federal, donde no todos son sus incondicionales. La pregunta hubiera sido la misma, las papeletas ya estaban confeccionadas, si el acuerdo hubiera sido con Podemos y, me juego el cuello, que el resultado también.
Todo el mundo sabe que los referéndums, lejos de ser siempre un instrumento democrático, muchas veces son utilizados por el poder, y hasta por dictadores, para legitimarse ellos y sus políticas y que muy raras veces se pierden. Me viene a la memoria el que organizó en Francia Charles Degaulle para reforzar sus poderes. Los franceses reconocieron la figura histórica del presidente y su liderazgo del Ejército de la Francia Libre durante la SGM , pero votaron que no y lo enviaron a su casa. Pero, evidentemente, los españoles no son los franceses.
En los referéndums lo que la gente vota no es la pregunta que se hace, sino al personaje que la plantea. Los socialistas no han votado sí o no al acuerdo que su secretario general ha firmado con Ciudadanos, sino sí o no a Pedro Sánchez, porque la mayoría ni leyeron el documento que se firmó y no tienen ni idea de algunas cosas que se dice en él. Esta consulta, salvando las distancias, me ha recordado mucho al referéndum sobre la OTAN que convocó Felipe González y refuerza mi convicción de que los socialistas están muy pobremente armados ideológicamente. ¿Cómo es posible que un partido que había hecho bandera del no a la entrada en la OTAN (con un slogan sospechoso, “OTAN, de entrada no”, eso sí) de la noche a la mañana cambiara de opinión en algo tan importante? Yo entendía perfectamente que algunos dirigentes del PSOE, a los que había visto manifestarse contra la Alianza Atlántica y participar en mítines en Vallecas, puño en alto, gritando ¡OTAN no! como Javier Solana, que en el colmo de la caradura llegaría a ser nada menos que secretario general de la Alianza, dieran la vuelta a sus ideas como si fueran un calcetín, sabía que eran unos oportunistas, pero pensaba, erróneamente, que la militancia de base era otra cosa. Aunque no los meto a todos en ese saco. Por aquel entonces mantuve alguna conversación con varios conspicuos socialistas a los que pregunté cómo justificaban ese cambio de postura, todos contestaban lo mismo, habían recapacitado y ahora pensaban que era lo mejor para España, pero cuando a continuación les espeté qué harían si Felipe González, dos días antes del referéndum, volviera a cambiar de opinión, se callaban como muertos. El razonamiento que esgrimían era, evidentemente, falso.

El problema que tiene el PSOE no es Podemos, sino la deriva del partido socialista hacia posiciones cada vez mas derechistas. Un partido sin ideología con un secretario general que ha trabajado para el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Los socialistas han dejado un hueco, un vacío inmenso, a su izquierda, que alguien tendrá que llenar, es decir, no va a operar tanto el “sorpasso” de Podemos como las mas elementales leyes de la física. El resultado del referéndum, que aprueba un documento donde se sube el Salario Mínimo Interprofesional un 1%, se complementan las bajos salarios con dinero público y los trabajadores se tendrán que pagar su propio despido, es la prueba del nueve de que el PSOE, por si alguien todavía no lo tenía claro, ha dejado de ser un partido de izquierda.

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