lunes, 27 de octubre de 2014

HAY QUE ACABAR CON EL RÉGIMEN

Tras el golpe de Estado de 1.981 contra el presidente Adolfo Suárez (no me refiero a los acontecimientos del 23F, naturalmente) España inició un peligroso camino que nos ha traído hasta aquí. Suárez y otros líderes políticos habían hecho un gigantesco esfuerzo para consensuar unas normas básicas de convivencia democrática y pactar una Constitución que no contentaba del todo a nadie, pero que satisfacía a todos. Esa era su grandeza y ahí estaba su acierto. Pero, el verdadero golpe de Estado que obligó a Suárez a dimitir, y del que casi nada se ha hablado, marcó un punto de inflexión en la política española, después de un breve paréntesis democrático (la democracia es el poder del pueblo) eran otros poderes los que decidirían nuestro destino, como había ocurrido durante siglos.
Al margen de la Constitución y de la Ley ha ido emergiendo un nuevo régimen en España, que usa la legalidad democrática como instrumento legitimador para llevar a cabo sus fines bastardos y que, en realidad, es una dictadura que no se diferencia mucho, solo en las apariencias y en las formas, de la franquista que padeció nuestro país durante 40 años. A la sombra de este régimen tirano se han tomado decisiones que afectan gravemente a las condiciones de vida de los ciudadanos, y afectarán a las de sus hijos y sus nietos, y ha proliferado toda una pléyade de oportunistas que se han aprovechado de unas instituciones prostituidas para medrar y/o enriquecerse. Los continuos escándalos de corrupción y los detritus que inundan la actividad política e institucional no pueden explicarse si no somos conscientes de la existencia de ese régimen paralelo al formal, el que de verdad manda, la dictadura de los sinvergüenzas.
Hemos llegado a un punto en que la situación social, económica y política de nuestro país es gravísima, en contra de lo que continuamente nos dicen. Con cinco millones y medio de parados, la mayor Deuda en porcentaje al PIB de todos los países del mundo, la amenaza de secesión de dos comunidades autónomas y los partidos políticos mas importantes (empezando por el del Gobierno) metidos hasta el cuello en escándalos de corrupción económica, es obvio que esto no puede continuar así. Sin embargo, lo mas grave es la corrupción política consustancial a toda dictadura que se precie, es decir, la toma de decisiones al margen del mandato del pueblo y en contra de la opinión de los ciudadanos, a los que se les ha perdido el respeto, porque el poder lo detentan otros.
El próximo año será un año electoral, ya que la nueva dictadura aún no se ha atrevido a terminar con la ceremonia de las urnas. Será una oportunidad única para dar una lección a los nuevos tiranos, para una ducha democrática que tanta falta está haciendo a España, para darles, en fin, hasta en el cielo de la boca. Pero, el régimen es perfectamente consciente de nuestra indignación y pondrá toda la carne en el asador para minimizar los daños. Con el modus vivendi y la verdadera soberanía no se juega, piensan los sátrapas.
El régimen y sus valedores ya tienen preparados varios planes “B”, donde sobresale esa “Gran Coalición” entre el PP y el PSOE si fuera necesaria. Algunos ingenuos, que no han observado lo que ha sucedido en Alemania y Grecia, creen posible un pacto de las izquierdas, pero ya no es tiempo de candidez, hay que saber que nunca tolerarán la subversión del statu quo.
Parafraseando a Marx, Pablo Iglesias, el líder de Podemos, ha dicho que el cielo se toma al asalto, pero los españoles, en este momento histórico, nos conformamos con recuperar la democracia y enarbolar la Constitución para acabar con el régimen déspota que nos asfixia.


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