domingo, 2 de noviembre de 2014

EL VEROÑO

Las inusuales condiciones meteorológicas que se han producido en el pasado mes de octubre han dado a luz a una nueva palabreja, “El Veroño”, una especie de nuevo verano que ahora viene en otoño. Si bien es cierto que en octubre es habitual que las temperaturas sean agradables, no lo es, en absoluto, que las temperaturas sostenidas alcancen los valores que hemos visto este año, marcando el termómetro, durante semanas, cifras que ni siquiera se habían alcanzado en los días de pleno verano. Este fenómeno no es una singularidad, al contrario, hay que enmarcarlo en los cambios climáticos que se están produciendo en los últimos años, donde las tradicionales cuatro estaciones están muy alteradas, tanto en las temperaturas como en los ciclos.
Aunque todavía hay gente que pone en cuestión el cambio climático que se está produciendo, provocado por la actividad humana, casi toda la comunidad científica, los Gobiernos, e incluso la ONU, están de acuerdo en que es mas que evidente. Pero, a pesar de los esfuerzos de algunos particulares, de organizaciones ecologistas y del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, este gravísimo asunto no se está tomando en serio. Lo que está pasando con el cambio climático me recuerda mucho a lo que sucedía antes de que estallara la burbuja inmobiliaria, todo el mundo sabía lo que finalmente iba a suceder, pero nadie hizo nada por evitarlo. En ambos casos la razón de que no se tomaran las medidas que son imperativas son los grandes intereses económicos que priorizan el enriquecimiento de unos pocos por encima de la salud y las condiciones de vida de la gente y por encima de la supervivencia de la Biosfera y del planeta Tierra. Si los poderes económicos que inflaron la burbuja inmobiliaria hasta que estalló fueron los empresarios del “ladrillo”, la banca y los políticos que medraron a su sombra, todavía hay intereses mas poderosos para no tomar medidas contra el cambio climático, los de las multinacionales de los hidrocarburos y todo una industria contaminante como la del automóvil, papeleras, siderurgia, plantas químicas y un larguísimo etc. No solo se está perdiendo la oportunidad de una nueva revolución industrial limpia que generaría nuevas actividades de negocio y la creación de millones de puestos de trabajo, se está caminando sobre el filo de la navaja, bailando al borde del precipicio, amenazando, en fin, nuestra supervivencia.
La convicción de que la temperatura de la Tierra había crecido y de que las consecuencias del cambio climático eran palpables ya eran conocidas hace algunas décadas, pero, muy pocos priorizaron este fenómeno, dejando a las futuras generaciones el problema. Sin embargo, los desastres medioambientales que está provocando el calentamiento global ya están aquí y se van a incremental de forma exponencial hasta la situación límite que ya expuse en mi artículo “El efecto vermut”. Los ciudadanos deben ser conscientes ya de que nuestro principal problema no es el paro, ni la crisis económica, ni la corrupción, sino el cambio climático, porque si no se toman, de inmediato, las medidas drásticas que son necesarias para revertir la situación la vida en la Tierra puede sufrir una catástrofe similar a la “Gran Mortandad”, el drama que aconteció en nuestro planeta hace 250 millones de años (en el Pérmico-Triásico) y que acabó con el 96% de las especies animales y vegetales.

En el invierno pasado ya hubo grandes inundaciones en Europa y gigantescas mareas que asolaron nuestras costas. No fueron, como “El Veroño” que hemos vivido este octubre, producto de la casualidad ni fenómenos que ya se habían vivido, como nos intentaron hacer creer. Ya lo verá usted otra vez este invierno, al que puede que también le tengamos que cambiar el nombre.

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