sábado, 31 de octubre de 2009

LA CORRUPCION


La ciudadanía no parece que esté dando la importancia debida a los continuos casos de corrupción que saltan a la palestra cada pocos días. Quizá eso sea todavía mas grave que la corrupción misma. Comprendemos que, después de ver lo que pasó con el último gobierno de Felipe González, ya saben, Roldán, Mariano Rubio y un largo etcétera y ahora con los affaires de Valencia, Madrid, Ceuta, y Cataluña, donde el PP, socialistas y nacionalistas están bien pringados, la gente empiece a ver todo esto como algo normal, consustancial con la política. Digamos la verdad ¿no hemos sido todos demasiado comprensivos e indulgentes con los corruptos, con los defraudadores, con los "chorizos"? ¿no somos todos culpables de lo que está sucediendo?. En este país el que defrauda a Hacienda es un listo en vez de un delincuente y los favores fuera de la ética e incluso de la legalidad entre empresas, profesionales, o administraciones, están a la orden del día. La corrupción en España no es, en efecto, una excepción, está generalizada y los políticos no iban a ser un mirlo blanco. Pero con ser muy grave ver como algunos se llevan maletines repletos de dinero a paraísos fiscales o intercambian puestos de trabajo en despachos oficiales por favores sexuales, nos preocupa mas la corrupción de guante blanco, la que actúa de forma menos grosera pero que corrompe más las estructuras del sistema democrático. Es la corrupción de las recalificaciones interesadas, de los contratos oscuros, o, aún peor, de la venta de la opinión de los intelectuales y las editoriales. España cada vez se parece mas a aquella Italia donde solamente la judicatura tuvo fuerzas, con la operación "Manos Limpias", de plantar cara a los mafiosos. Ya no nos sirve, no es suficiente, que las organizaciones políticas suspendan de militancia a los encausados, sabemos que están mas disgustados por que sus vergüenzas salgan en los noticiarios que por descubrir ladrones entre los suyos. Hace falta que los partidos, pidamos peras al olmo, modifiquen el código penal para que los casos de corrupción, sobre todo cuando es en el ejercicio de un cargo público, sean castigados de forma ejemplar. Pero, seamos sinceros, tenemos que confesar que no esperamos por una nueva cultura, que cuando ya nos ha fallado el Ejecutivo y el Legislativo, nos vemos obligados a depositar toda nuestra esperanza en el poder judicial, son los jueces los que deben dar un paso, aún mayor, al frente. Les apoyaremos.

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