sábado, 10 de octubre de 2009

NOS QUEDA POCO TIEMPO


Mientras los dirigentes del mundo se rebanan los sesos para ver como atajan la crisis económica y hacen algunos cambios para procurar que todo siga casi como antes, la crisis que padece el planeta avanza inexorable hacia el verdadero y temible "Crack". Hace pocos meses el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon visitó el Artico y quedó impresionado por la velocidad del deshielo, provocado por la actividad humana, y por los cambios dramáticos que está produciendo en el ecosistema, muy especialmente en la fauna. No es ninguna novedad, tanto la comunidad científica como cualquier observador saben que algo grave está pasando con el clima. ¿Quién no se ha dado cuenta de que ya no caen las heladas de antaño? ¿quién no ha observado que la bufanda y los guantes, incluso el abrigo, sobran?. Nos hemos enterado que oleadas de calor matan a miles de personas en verano, que los tifones y huracanes alcanzan dimensiones como nunca antes se habían visto, que en la Antártida se desprendió un trozo de hielo del tamaño de Europa y ya se ha derretido, que los rompehielos nucleares rusos no tienen trabajo para mantener abierta la ruta ártica, que los grandes bancos de peces están desapareciendo, etc. Pero, los humanos no somos tan inteligentes como presumimos, de la misma manera que las revoluciones sociales no las hacen las ideas, sino los estómagos, también esperaremos vernos con el agua al cuello para tomar las drásticas decisiones que el calentamiento de la Tierra exige. Ya no van a ser nuestros hijos o nuestros nietos los que se van a tener que enfrentar con el problema, ya no es un asunto para dentro de 100 años, puede que la hecatombe esté mas cerca de lo que nos imaginamos y, por supuesto, ya hemos sobrepasado el punto de no retorno.
Pero, en contra de la creencia popular, tenemos que decir que la fusión de los hielos marinos no contribuye al aumento del nivel del mar, el hielo flota precisamente porque su densidad es menor que la del agua, de forma que la fusión de la parte que emerge de cualquier hielo flotante viene a compensar, en virtud del principio de Arquímedes, el menor volumen que ocupará la parte sumergida del hielo una vez convertida en agua. Sin embargo, la fusión de los hielos marinos ejerce un gran impacto en el régimen de la circulación termohalina oceánica, que redistribuye el calor entre las regiones ecuatoriales, tropicales y polares, alterando así los patrones climáticos. Además, al derretirse extensas extensiones polares, la Tierra se ve imposibilitada para autoregular su temperatura ya que los rayos solares no son reflejados por una superficie blanca, sino absorbidos, en gran parte, por la mancha mucho mas oscura de mar en estado líquido. Conviene tener en cuenta que esa enorme olla nuclear que es el Sol, donde se producen las reacciones de fusión atómicas del hidrógeno hasta convertirse en helio, mantiene su superficie a una temperatura de mas de 20 millones de grados pero cada vez calienta mas y seguirá incrementando su temperatura hasta que gaste todo su combustible de hidrógeno y se convierta, arrasando todo el sistema, en una gigante roja, para morir como enana blanca, pero eso sucederá dentro de tres y cuatro mil millones de años, por lo que no es mi preocupación inmediata, pero hay que tenerlo en cuenta porque es un ingrediente mas en esta ecuación diabólica del cambio climático. Otra cosa es el deshielo de los glaciares. Si se derrite, como ya está sucediendo, el glaciar de Groenlandia, el nivel del mar puede subir entre 10 y 20 metros, arrasando la mayor parte de las ciudades costeras del mundo, algunas muy populosas. Pero, además, yo apuntaría dos problemas mas que no suelen salir a debate. Al derretirse el hielo ártico y una gran parte del antártico y pasar, en forma líquida, a formar parte de los océanos cambiará radicalmente la distribución de las masas sobre la superficie terrestre, alterando dramáticamente el eje del planeta. Las consecuencias de este cambio radical son imposibles de prever, pero una inusual y catastrófica actividad tectónica, que puede provocar terremotos y tsunamis nunca vistos, es mas que probable. Con todo, lo peor es el cambio que se puede producir en la inestable composición de los gases que forman la atmósfera. La Tierra no siempre ha tenido una atmósfera con oxígeno, nitrógeno y algunos otros gases en cantidades menores como la que ahora respiramos y no debe ser casual que cuando en épocas remotas la temperatura global era mas alta, estaba formada por metano o dióxido de carbono, naturalmente la vida era imposible. La variación drástica de la composición atmosférica es la principal amenaza. Hagamos lo que hagamos, como hemos dicho, no hay vuelta atrás, con las ingentes emisiones de CO2, hemos sobrepasado la línea que nos permitía el retorno a la temperatura del siglo XIX y de ninguna forma podrá ser así al menos en los próximos 200.000 años, pero se podrían mitigar las consecuencias si se tomaran algunas medidas radicales para reducir el dióxido de carbono acumulado en la atmósfera. Construcción acelerada de centrales atomoeléctricas y cierre paulatino de todas las termoeléctricas. Todos los vehículos particulares deben ser eléctricos y el transporte pesado por carretera y naval con pilas de combustible de hidrógeno. Los aviones no podrán usar tampoco queroseno para impulsarse, las turbinas deben ser alimentadas también con hidrógeno, todas las factorías que emiten gases a la atmósfera deben ser replanteadas, también es urgente un plan mundial de reforestación masiva. La revolución tecnológica no solo es imperativa para salvarnos, es una oportunidad para encarar la crisis de sobreproducción que padecemos. Los problemas de la excesiva población (pronto seremos 7.000 millones) y del agotamiento de los recursos también son graves pero, al menos de momento, no nos va la vida en ello. Veremos lo que hacen los mandatarios mundiales en la próxima reunión de Copenhague.

J. Jesús J. Suárez González

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