viernes, 5 de agosto de 2022

DEMOCRACIAS Y AUTOCRACIAS

 


La doctrina de EE UU tras la segunda Guerra Mundial ha sido mantener su hegemonía económica y militar sobre el resto del mundo. Mientras existió la URSS la hegemonía económica de EE UU era indiscutible, pero no así la militar, que estaba bastante equilibrada. Al finalizar la SGM solo EE UU tenía el 75% del PMB (Producto Mundial Bruto), pero ese porcentaje fue disminuyendo a medida que Europa y Japón se recuperaban y que emergían otras economías. A mediados de los años 70 del siglo pasado la participación de EE UU en el PMB había descendido al 50% y a mediados de los 90 había bajado al 25%. Estaba claro que la competitividad de los productos Made in USA dejaba mucho que desear y su pujanza económica cada vez se asentaba más sobre su consumo interno, un mercado de más de 300 millones de habitantes. Pero, la globalización económica, que había empezado tímidamente en los años 50, ya estaba en pleno desarrollo en los 90. El líder chino, Deng Xiaoping, y su frase “No importa el color del gato si caza ratones” encantaban en Occidente. China empezaba un camino de apertura económica y de reformas donde el capitalismo, muy especialmente el capitalismo estadounidense, vio una oportunidad enorme de negocio. Nadie pensaba entonces que China se convertiría, en tan poco tiempo, en la potencia económica que es hoy. Así que la globalización molaba, molaba mucho, era maravillosa, hasta que China dejó de ser tanto un mercado para convertirse en la primera potencia exportadora mundial. Occidente no estaba en condiciones de competir con la disciplina, la planificación y la capacidad productiva de China, así de sencillo. Pero, si que China llegara a ser la primera potencia económica mundial no estaba previsto, mucho menos previsto estaba que pudiera llegar a convertirse en la primera potencia militar mundial, pero, ambas cosas siempre han ido emparejadas. Había que pararla antes de que eso sucediera, porque entonces la política del garrote ya no serviría, se dijeron en EE UU ya con la administración Trump, y hay que hacerlo ahora con todas las consecuencias, han decidido en la administración Biden, antes de que sea demasiado tarde y “perdamos la hegemonía”.

Solo los poco objetivos podrán negar que EE UU ha hecho todo lo posible por llevar a Rusia a la Guerra en Ucrania, una guerra donde de forma asimétrica EE UU y sus aliados de la OTAN están participando. Tras la demonización de Rusia y su presidente, las consecuencias de esa guerra no declarada y de las sanciones a Rusia son palpables, y los sacrificios que, cada vez más, se exigen a los ciudadanos también. En la cumbre de la OTAN que se celebró en Madrid, EE UU levantó un nuevo Telón de Acero, pero ese muro de la vergüenza no iba esta vez a dividir solo a Europa, tendría que dividir el mundo entero. Objetivo principal: acabar con la globalización. Tras el corte de todo tipo de lazos económicos con Rusia ahora le tocaba la vez a China, un hueso más duro de roer y que puede exigir muchos más sacrificios, porque China se ha convertido en la fábrica del mundo, pero ¿qué importa eso si no queda otra para seguir mandando? No hay un Mar Negro en China, pero hay un Mar de China, un estrecho de Taiwán y una provincia rebelde, que ni los propios EE UU han reconocido, hasta ahora, como país para usar de campos de actuación de las provocaciones. Se trata de buscar una reacción fuerte del Gigante Amarillo para demonizarlo y a continuación, bajo esa coartada, aplicarle también sanciones. Los medios de comunicación al servicio, directa o indirectamente, del Imperio, tras Rusia, ya están tomando posiciones en su propaganda contra China, importando un pimiento si ese país tiene razón, o no. “Tenemos que estar con las democracias, no con las autocracias” ¿De verdad quieren que les cuente con qué democracias han estado EE UU y sus aliados en los últimos 70 años, empezando por la España franquista? Son esas democracias las que hace dos telediarios han dejado Afganistán en manos de los talibán.

El mundo ha cambiado y los que estuvieron mucho tiempo subyugando pueblos y países ahora ya no tienen la suficiente fuerza pasa seguir haciéndolo. Se resistirán como gato panza arriba a su declive, a su ocaso, pero, es lo que hay. Esperemos que, en su desesperación, no provoquen daños irreversibles a la Humanidad. Un proverbio chino dice: “Cuando el viento sopla fuerte la caña de bambú se dobla”, pero, otro sentencia: “No se debe confundir a un tigre con un gato”.

2 comentarios:

  1. Estan buenos en EE UU para ser hegemonicos en nada..que cuiden su inflaccion y su consumo interno..mire,China no es nada sin sus exportaciones y en lo unico que no podemos competir es en trabajadores que cobran un cuenco de arroz diario por salario y viven en barracones,,menudo modelo de pais que tiene ud...me pregunto si se iluminará con velas a partir de las 10 de la noche o cenara a oscuras..tengo dudas de hasta donde llega su fanatismo

    ResponderEliminar
  2. Han venido a España de turistas 100 veces más chinos, de esos muertos de hambre, que españoles, sobraos, han podido ir de vacaciones a China. China erradicó por completo la pobreza extrema en el país el año pasado, estamos hablando de un Estado con 1.400 millones de habitantes, pero España no ha podido hacerlo en un país de solo 47 millones.

    ResponderEliminar