La canciller alemana, Angela
Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han anunciado el proyecto de
nuevo avión de combate europeo, que deberá sustituir a varios modelos de
cazabombarderos, en principio de esos dos países, pero que se podría extender a
otros, como España. En concreto, la nueva aeronave sustituiría a los “Tornado”
alemanes, los “Mirage” franceses y los F-18 del Ejército del Aire de España. El
asunto tiene una gran importancia económica y estratégica, pero muchas aristas
y dificultades. Entremos en detalles:
Fueron Alemania y España los
primeros países de la unión Europea en empezar a hablar de un nuevo avión de
combate europeo (todavía no sabemos si de quinta generación, de quinta
generación + o de sexta generación) para evitar tener que comprar los F-35 que
construyen varios países bajo la batuta hegemónica de los EE UU. Si la Unión
Europea es un verdadero desastre, no hay planificación digna de ese nombre y
cada país hace lo que le viene en gana, la industria aeronáutica militar no lo
iba a ser menos. Aunque ha habido éxitos en la colaboración, como el del avión
de transporte militar “Airbús A-400M”, o los helicópteros de ataque “Tigre”,
por ejemplo, el asunto del desarrollo europeo conjunto de aviones de combate es
otra cosa. Sirva como ejemplo la rocambolesca historia del desarrollo paralelo
de los cazabombarderos “Rafale” franceses y de los “Eurofighter Typhoon”,
fabricados por otros países europeos, entre ellos España. Si de muestra basta
un botón, solo conviene conocer que Francia se retiró del proyecto del “Eurofighter”
a los dos años de comenzado, llevándose los planos del modelo y teniendo
resueltos los problemas de cabeceo a alta velocidad y baja cota gracias a la
compañía alemana MBB, que ya tenía larga experiencia con el desarrollo del “Tornado”.
Ambos aviones se parecen como dos gotas de agua, salvo que el francés, "Rafale",
lleva las entradas de aire para los motores dorsales y el "Eurofighter Typhonn" ventrales. Por supuesto, el avión francés lleva todos los componentes galos,
desde los motores hasta el radar, pasando por todo el armamento, tanto el
cañón, como los misiles, las bombas, etc. Francia consiguió, gracias a su
potente industria aeronáutica, tener disponible un avanzado avión de cuarta
generación antes que el resto de países de la Unión, incluso Francia dispone de
una versión navalizada del "Rafale", la que opera en el portaaviones nuclear "Charles
Degaulle". Esta traición en toda regla ha supuesto un retraso en los programas
aeronáuticos de combate en Europa, quedando muy por detrás de los EE UU (F-22 y
F-35) de Rusia (Sukhoi PAK FA T-50) y de China (J-20) que ya disponen de
aviones de combate de quinta generación. Reino Unido, a sabiendas de lo que iba
a suceder, se apuntó al programa del F-35 y dispondrá seguramente de las tres
versiones de este caza: estándar (A) despegue vertical (B) y embarcado en sus
dos nuevos grandes portaaviones (C), el segundo de estos navíos todavía está en
construcción. Italia y Noruega hicieron otro tanto de lo mismo. España, en
concreto, solo puede comprar carísimos F-35 B de despegue vertical para el
buque de proyección estratégica “Juan Carlos I”, para sustituir a los AV-8 "Harrier",
porque no hay otro modelo disponible en el mercado, y tendrá que esperar quizá 15 años si quiere
tener un avión europeo de quinta generación o superior para sustituir a los
viejos F-18 que dentro de poco estarán al límite de su vida útil. Una auténtica
calamidad, como la de Francia y Alemania.
La única baza que le queda a
Europa es construir un avión mejor que el F-35, algo que no parece demasiado
difícil dados los problemas que está teniendo, lo caros que son y que sus prestaciones
están muy lejos de otros aviones de combate de quinta generación, como el T-50
ruso. Lo complicado es hacerlo rápido. No se pueden esperar ni quince ni diez
años para que el nuevo avión europeo entre en servicio, pero, un proyecto de
esta envergadura suele llevar mucho tiempo, eso sin contar con otra posible nueva
traición de los franceses, claro.
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