martes, 30 de mayo de 2017

LA EXTINCIÓN DE LAS MARIPOSAS

A mí, como supongo que a la mayoría, nunca me han gustado los insectos, no solo porque a veces molestan e incluso algunos pican, también por su aspecto monstruoso, aunque en miniatura. Pero, tengo dos excepciones, las abejas y las mariposas, a las primeras las admiro por su trabajo en equipo y porque me gusta la miel y aunque son tan feas como todos esos bichos no me lo parecen, a las segundas porque, con su aleteo aleatorio y gracioso y sus colores llamativos, ya me llamaban la atención desde niño, sus alas, tan bonitas, esconden su fealdad. Las mariposas tienen algo de poéticas, porque son la fragilidad de la vida en todo su esplendor, y también son unas heroínas, pues algunas emigran miles de kilómetros y, como haremos los humanos en los viajes interestelares, las que llegan son tataranietas de las que emprendieron el viaje.

Al presidente ruso, Vladimir Putin, lo han convertido en el nuevo espantajo con el que meten miedo a los niños para que se acuesten pronto, el tipo es tan malo, nos dicen, que va alterando por ahí los resultados de todas las elecciones. Pero a mí, lo confieso, me cae bien, por varias razones: porque me gustan los políticos que nunca se ríen en el desempeño de sus funciones, la gente que nunca deja tirados a sus amigos y a sus aliados y porque es el único que planta cara a los buenos, esos mismos buenos que mataban indios en las películas del Oeste. Dicen que a Putin se le puso esa mirada asesina, tan de antiguo espía del KGB que habla alemán en la intimidad con acento de San Petersburgo, cuando le dijo al secretario de Estado norteamericano de Obama, John Kerry, en el Kremlin, que la desaparición de las abejas por culpa de los pesticidas de las multinacionales norteamericanas era casus belli y que podría llevar al mundo a la Tercera Guerra Mundial. Pues bien, me he enterado que eso mismo les está pasando a las mariposas y me dolió mucho, no tanto porque también polinizan las flores como porque es el insecto que mas me gusta. Me miré en el espejo y tenía la misma mirada fría y despiadada de Putin.

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