A pesar de los poderes fácticos,
del aparato del partido, de los barones regionales, de los expresidentes
socialistas, de la derecha y de la pléyade de golpistas, apoyándose en la
militancia y en los/as que no le traicionaron ganó Pedro Sánchez y lo hizo,
además, con contundencia, obteniendo mayoría absoluta, con mas del 50% de los
votos y alcanzando la victoria en todas las comunidades autónomas menos
Andalucía y el País Vasco, los feudos de sus contrincantes. De nada les sirvió
a los protagonistas de la asonada dilatar en el tiempo este momento, ni las
malas artes empleadas contra el secretario general que ya, en la ocasión
anterior, habían elegido los militantes directamente. Hoy comienza una nueva
etapa para el PSOE y para el conjunto de la izquierda en España.
Nada ha sido mas diáfano, mas
esclarecedor y ha dejado evidente la distinta calidad personal de los tres candidatos
que los discursos en la sede de Ferraz tras conocerse los resultados: Patxi
López se puso a disposición del nuevo secretario general, Susana Díaz, helada
tu tradicional sonrisa, ni siquiera nombró al ganador, solo dijo que seguiría
trabajando por el PSOE, y defendió un proyecto, el suyo y el de los que le
hicieron el coro, que ha salido derrotado en estas primarias. Al contrario,
Pedro Sánchez hizo un discurso generoso, ausente de rencor, con llamamientos a
la unidad, etc, seguramente el mejor que había pronunciado nunca. A algunos/as no
les va a resultar fácil asimilar esta debacle y no me refiero solo a los
socialistas que han perdido. Es importante que los dinosaurios del
partido y muchos de los conspicuos socialistas han quedado desautorizados pero lo
mas significativo es que la militancia ha votado mayoritariamente en contra de
los dirigentes regionales y de la mayoría de presidentes de las distintas CC AA
que habían apoyado a Susana Díaz, unos que estuvieron implicados en la
conspiración que descabalgó a Pedro Sánchez, como Javier Fernández, Emiliano
García-Page y Guillermo Fernández Vara, presidentes de Asturias, Castilla-La Mancha
y Extremadura, respectivamente, y otros como Javier Lambám y Ximo Puig,
presidentes de Aragón y Valencia, que se subieron al que pensaban que sería
carro ganador y dijeron Diego donde habían dicho digo. Eso necesariamente
tendría que tener consecuencias, bien con dimisiones higiénicas, bien
envainándosela y poniéndose inequívocamente a las órdenes del secretario
general antes de la que la militancia les pase factura en los congresos
regionales que se avecinan. Les va a costar y tendrán que tragarse la bilis,
pero, no les queda otra.
Pedro Sánchez tiene ahora por
delante una tarea inmensa: unir un partido fraccionado donde las navajas
traperas todavía brillan al Sol, tejer la unidad política y programática del
conjunto de la izquierda y echar a Mariano Rajoy de la Moncloa. Si llega a presidente
del Gobierno muchos de los que ha tenido y tiene todavía en contra le rendirán
pleitesía. Pero, los mismos que han puesto toda la carne en el asador para
intentar acabar con su carrera política harán lo indecible para evitar en
España un Gobierno a la portuguesa. Al tiempo me remito.
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