Al calor de las luctuosas
noticias de carretera que asaltan los medios de comunicación, con ciclistas,
policías y ciudadanos en general arrollados por conductores/as con resultado de
muerte o graves heridas, ha regresado la indignación a la opinión pública, una
indignación que se olvida rápidamente y que solo tiene alguna consecuencia
cuando genera un pico. Por eso la Dirección General de Tráfico nos ha dicho
ahora que dos positivos en los controles de alcohol significará la retirada del
carné, como si eso fuera un inconveniente para los asesinos de la carretera. El
asunto no es, para nada, nuevo, y forma parte del Reino de Jauja que para los delincuentes
y los que se pasan la Ley por la entrepierna es España. Las sanciones y las
penas en nuestro país son tan benévolas que matar gente sale casi gratis. ¿Qué
sucedería si se endurecieran las leyes y el Código Penal? Pues que habría
millones de personas sin su modus vivendi habitual y que, al tener
necesariamente las leyes una proporcionalidad, si a un caco de poca monta le
caen cinco años de cárcel, al que se lleva dinero a paraísos fiscales, malversa
fondos públicos o utiliza la política para enriquecerse irregularmente le
caerían treinta. Eso lo explica todo. Las multas y las penas son tan blandas en
nuestro país que no disuaden ni a los delincuentes ni a los asesinos y hay
situaciones donde claramente prima la defensa del facineroso en perjuicio de las
víctimas. Mientras en algunos países que ponemos muchas veces como ejemplo de
democracia y libertad el domicilio es inviolable y si usted lo defiende y defiende a su familia la Ley lo ampara, en
nuestro país pasa exactamente lo contrario. Pobre de usted si le hace algo al
que ha asaltado su casa con aviesas intenciones. Pues exactamente igual sucede
con los asesinos de la carretera ¿Quién no recuerda, por ejemplo, cuando “Farruquito”
atropelló y mató a Benjamín Olalla, tras saltarse un paso de peatones y un semáforo,
a 80 kilómetros por hora en una vía limitada a 40, adelantando por el carril
contrario a los vehículos que se encontraban parados, sin carné ni seguro,
dándose a la fuga y luego echando la culpa a su hermano menor de edad? ¿quién
no recuerda el suceso que protagonizó Ortega Cano, borracho como una cuba, al
volante de su Mercedes todoterreno, que invadió el carril contrario y se llevó
por delante la vida de Carlos Parra Castillo, un hombre de 48 años muy
apreciado en su pueblo por ser tan “buena gente”? ¿han estado mucho tiempo
purgando sus delitos? ¿están compungidos por lo que hicieron? para nada. Por
eso no es infrecuente que muchos de los asesinos de la carretera sean
reincidentes o multireincidentes, como sucede con otros delincuentes que después
de ser detenidos en decenas o hasta en centenares de ocasiones siguen en la
calle haciendo de las suyas.
El alcohol, esa droga “blanda”
tan banalizada en nuestra sociedad, es el responsable de muchos accidentes de
carretera. El año pasado 50.000 accidentes, es decir, el 40% del total, los
protagonizaron personas que conducían bebidas. Fueron 1.500 muertos y muchos
mas los heridos, algunos con gravísimas lesiones que les acompañarán el resto
de su vida y que nos cuestan un ojo de la cara a los ciudadanos, las
consecuencias mas graves. Lo peor es que el perfil de la mayoría de esos criminales
no es el de una persona con alcoholismo crónico, que no tiene libre albedrío, y
que pudiéramos considerar enfermo, sino el de gente que se atiborra de copas, a
veces también drogas, los días de fiesta y fines de semana y que no tiene luego
ningún problema en coger el coche y salir en ese estado a la carretera. Por
supuesto que hay un déficit educativo en este asunto, tanto en el problema
general del alcohol, como en el de la irresponsabilidad cuando se lleva un
volante entre las manos y el coche se convierte en una máquina de matar. Yo le
dejo a usted la educación y déjeme usted a mí la represión. Porque,
desgraciadamente, a los buenos consejos no se atiende demasiado en nuestro
país.
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