Al contrario de lo que piensa
Rajoy, los problemas no se arreglan aplazando, sine die, las soluciones y
dejando que se pudran. Así se enquistan y crecen y cuando hay que
enfrentarse a ellos son mucho mas difíciles de solucionar. Nuestros país tiene
muchos problemas importantes que no parecen preocupar demasiado ni al Gobierno
ni a la oposición, solo a los ciudadanos, pero algunos son tan graves que no
pueden ser soslayados. El paro, sobre todo el de los jóvenes, una Deuda
galopante, un fraude fiscal intolerable, o que nuestro país se haya convertido
en el reino de Jauja para todo tipo de delitos son solo algunos ejemplos de una
larga lista. Entre todos ellos destaca, a mi modo de ver, la puesta en cuestión
de la unidad de España, no tanto como ente histórico, cultural, emocional,
nacional, etc, que también, sobre todo como ente estatal. Para los que creemos
que el Estado es el instrumento del poder del Pueblo, todo lo que sea
debilitarlo, fraccionarlo, ningunearlo o ponerlo bajo las órdenes e intereses de
poderes fácticos o potencias extranjeras es casus belli, no podemos
consentirlo.
Inexorablemente, los tiempos y
las condiciones que les han puesto sus socios a los herederos de CIU para gobernar
Cataluña se van cumpliendo y ni Rajoy ni nadie van a poder evitar que el
problema catalán estalle. El choque de trenes vendrá tras la siguiente curva de
la vía.
A mí no me van a enredar ni los
secesionistas ni los que esgrimen la legalidad constitucional para defender sus
tesis en sus absurdos juegos dialécticos. Exigir y defender una consulta en Cataluña
cuando has tenido 30 años para prepararla y has usado los resortes del poder en
tu beneficio tiene muy poco de democrático. Esgrimir una Constitución que
otorga a algunos territorios, como País vasco y Navarra, privilegios discriminatorios tampoco es muy convincente. Pero, no es España el único país que se ha enfrentado
y se enfrenta a la independencia de parte de su territorio y a la
desintegración. En Europa, sin ir mas lejos, hemos visto como Estados como
Checoslovaquia o Yugoslavia desaparecían y usted sabe lo que sucede en Bélgica,
en Italia o en Reino Unido. Cada uno de esos asuntos tiene su propia casuística, sus propias peculiaridades, pero
al final siempre se pretende lo mismo, el fraccionamientos de los Estados. No
es una casualidad que las tres grandes potencias mundiales no toleren veleidades
independentistas y no escatimen esfuerzos para impedirlas. Los EE UU fueron a
una guerra cuando seis Estados decretaron la secesión, Rusia hizo otro tanto de
lo mismo en Chechenia y China no se anda con tonterías ni en el Tíbet, ni con
los separatistas musulmanes ni con Taiwán. Den Xiaoping dijo a los británicos
al respecto de Hong Kong: “O me lo das o lo cojo”. Los Estados dejan de ser
fuertes cuando los que los combaten ganan. No se puede dejar el monopolio de
los ejemplos foráneos solo a los que buscan argumentaciones torticeras para dar
un barniz de legitimidad a sus fines. Sin que el asunto escocés tenga nada que
ver con el catalán, entre otras cosas porque Escocia fue un reino y Cataluña
no, hasta hace muy poco tiempo los secesionistas, y no solo ellos, esgrimían el
argumento de que el Gobierno del Reino Unido había permitido que se celebrara
en Escocia un referéndum para la independencia, pero ahora que Theresa May no
les deja hacer otro, porque sabe que esta vez ganaría el sí, ya nadie pone al
Reino Unido y al asunto escocés como ejemplo.
En resumen, los que querían un
nuevo estatuto no para salvaguardar su idioma, su cultura y su autonomía, la
mayor de Europa, sino para obtener privilegios, sobre todo fiscales, con
respecto a otras CC AA, los que no querían, ni quieren, “café para todos”, solo
para ellos, los que, en fin, han decidido enfrentarse al Estado, y en ese
camino han quemado sus naves, no pueden tener una respuesta solo fundamentada
en la Ley y en la Constitución, que ellos no respetan, también, y sobre todo,
en la inequívoca voluntad de los españoles de defender el Estado, el mas
antiguo de Europa, que costó forjar y mantener a nuestros ancestros sangre,
sudor y lágrimas.
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