No pasa un día sin que veamos en
los periódicos alguna noticia relacionada con la violencia y el maltrato que se
ejerce contra los animales, criaturas inocentes e indefensas que navegan con
nosotros por el Universo en esta nave a la que llamamos Tierra y de los que solo
nos diferenciamos por un puñado de genes. Son seres maravillosos, algunos
muchísimo mas antiguos en la evolución que nosotros y cuya única ambición es
sobrevivir y perpetuar su especie. Con algunas especies los humanos incluso
hemos establecido una relación que va mucho mas allá de la simbiosis y el
mutualismo del comienzo para convertirse en cariño. Hace miles de años, cuando
la caza era imprescindible para el Homo Sapiens, establecimos una alianza con
los lobos, esos que algunos están empeñados ahora en exterminar. Los cánidos
salvajes acorralaban a las presas y nuestros ancestros les daban muerte y compartían
con los lobos algunos trozos de carne. Aquel pacto entre hambrientos se
desarrolló y llegó al punto de que los humanos se hicieron cargo de lobeznos
huérfanos y los cuidaron y sacaron adelante. De aquellos cachorros proceden
todos los perros, los que tiran de trineos, los que salvan vidas tras los terremotos,
los que sirven de lazarillos a los ciegos, los que colaboran con la Policía y
la Guardia Civil, los que, en fin, forman parte, como un miembro más, de muchas
familias. Hasta el Imperio Romano mitificó aquella relación y sugirió que sus
fundadores, Rómulo y Remo, habían sido amantados por una loba.
Nos hemos olvidado que los
animales son nuestros aliados y nos cebamos con ellos ¿Qué se puede esperar de
un país que ha convertido la tortura animal en un espectáculo de interés
turístico y cultural y donde los que lo criticamos somos unos apestados? Miles
de galgos son sacrificados de forma atroz cuando acaba la temporada de caza,
miles de animales mueren abrasados en los incendios forestales provocados,
miles de mascotas tienen que sufrir y aguantar sus esfínteres mientras sus malvados
dueños se van de copas. Toros lanceados o con cuernos ardientes divierten a los
vándalos, granjas abandonadas donde se mueren de hambre y sed a centenares,
jaulas infames, tormentos indescriptibles en los laboratorios que en nada se
diferencian de los experimentos nazis, circos, peleas de perros, mutilaciones,
etc ¿es que no tenemos corazón?
La cultura de la violencia y el maltrato
entre los humanos tiene mucho que ver con la banalización del maltrato animal,
forma parte de la misma filosofía. Ni los toros han nacido para ser lidiados en
las plazas y sienten y padecen los puyazos y las banderillas, ni la violencia entre
semejantes se puede justificar en ninguna circunstancia.
El maltrato hacia los animales,
como otras cosas aberrantes que suceden en nuestro país, no es solo una
consecuencia de la tradición y de una mal entendida cultura, forma parte de la
cotidianeidad porque los poderes públicos son cómplices y partícipes de las
fechorías. Aunque veamos lobos ahorcados a la entrada de los pueblos, aunque
las noticias de cachorros arrojados al río en bolsas de plástico y de perros
arrastrados con vehículos indignen e insulten la inteligencia, no veremos a
ningún responsable ingresar en prisión y tener que hacer frente a una multa de
infarto. Son muchas las cosas que van a tener que cambiar en la España del
siglo XXI y cuando tengamos un Gobierno serio también tendremos una Ley Contra
el Maltrato Animal seria. Ellos no pueden hablar y defender sus derechos pero
nosotros sí.
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