viernes, 18 de noviembre de 2016

LAS CONSECUENCIAS

La nueva dirección del PSOE está intentando convencer a la opinión pública de que la purga interna que ha desatado contra los diputados que votaron No a la investidura de Rajoy e incluso también contra algunos/as que se abstuvieron a regañadientes, como las diputadas asturianas Adriana Lastra y Maria Luisa Carcedo, que siempre estuvieron al lado del secretario general, Pedo Sánchez, es lo mas normal del mundo y que la rebeldía debe tener consecuencias. Esto sucede en un partido cuyo funcionamiento interno ha sido muy stalinista y carente de libertad democrática. Todos debemos recordar la famosa frase de Alfonso Guerra: “el que se mueva no sale en la foto”. Sin embargo, en los últimos años el aparato socialista había hecho avances importantes hacia la democratización, como que el secretario general del partido fuera elegido directamente por los militantes, por eso, a mi entender, Pedro Sánchez ha sido el secretario general del PSOE mas legítimo, pues ha sido el único elegido de esa forma. La designación directa y, en general, someter al parecer de los ciudadanos las grandes decisiones asusta, por eso se ha insistido mucho en los últimos tiempos en la “democracia por delegación”, algo que usado en exceso se parece mucho a la “democracia orgánica” de Franco.
¿Se imagina usted lo que dirían las editoriales de los principales diarios nacionales, los telediarios y muchos tertulianos si la purga no se estuviera produciendo en el PSOE sino en Podemos? Pablo Iglesias sería el nuevo Stalin español. Las consecuencias de la falta de lealtad al secretario general del partido y, sobre todo, al programa electoral y a lo que se dijo a los españoles durante la campaña, que se votaría NO a Rajoy, no las van a pagar los golpistas y los que llevan conspirando contra su líder desde el minuto uno en que fue elegido, sino los que han sido consecuentes con el mandato del voto de la ciudadanía y leales al secretario general que eligió directamente la militancia.
Todos hemos visto como la asonada contra Pedro Sánchez fue dirigida desde fuera del PSOE y liderada por Felipe González, un personaje que, aunque muchos socialistas siguen considerando un valor del partido, tiene un lado oscuro que da miedo, fue echado a gorrazos del Gobierno por los españoles, se convirtió en maestro de las “puertas giratorias” y que ahora es un multimillonario lobbysta al servicio de oscuros intereses. Estos días también hemos visto como, aprovechando una de sus conferencias, González se abrazaba con los expresidentes andaluces Chaves y Griñán (los de los Eres) y echaba flores dialécticas a la ambiciosa Susana Díaz, pero sin apoyarla de forma explícita para la secretaría general. En fuentes generalmente bien informadas se dice que los poderes fácticos ya están pensando en otra persona para que ocupe ese puesto.

Por supuesto que tiene que haber consecuencias, pero no me refiero a los que siguieron siendo leales al voto popular, sino a los golpistas de salón metidos a maquiavelos amateur que están haciendo horas extras para cargarse un partido centenario por el que muchos han luchado y se han dejado la vida. Y las habrá.

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