Dentro de nueve meses, en mayo de
2.015, tendremos elecciones autonómicas y municipales en España. La importancia
que van a tener estos comicios a nadie se le escapa, porque esta vez no solo se
van a dilucidar miles de cargos en ayuntamientos y CC AA, también si el cambio
político hacía el fin del bipartidismo, que marcaron las europeas, fragua. Las
elecciones del próximo año estarán mediatizadas por lo que va a pasar en
Cataluña este otoño con la consulta soberanista y posiblemente por unas
elecciones autonómicas catalanas anticipadas que los independentistas podrían
convocar mas como plebiscito, ante la ilegalidad que va a poner de manifiesto
el Tribunal Constitucional, que para ver quien gobierna en la Generalitat. Pero,
de aquí a la próxima primavera van a suceder otras cosas que tendrán también
gran influencia en los resultados electorales. Estoy pensando, por ejemplo, en
la intención del PP, que está aterrorizado ante la perspectiva de perder entre
4 y cinco millones de votos, de cambiar la Ley Electoral para que salga alcalde
el candidato de la lista mas votada y que esa lista tenga la mitad mas uno de
los concejales, es decir, mayoría absoluta,
y también, como no, en el debate que se va a suscitar ante el discurso
triunfalista del Gobierno de Rajoy y la realidad, que nos dice que España ya
debe un billón de euros, que el próximo año nuestra Deuda equivaldrá al 100%
del PIB o que el desempleo volverá a repuntar en octubre, cuando la temporada
turística haya finalizado. Es posible, y desgraciadamente no lo descarto, que
otros asuntos a los que ahora no se da excesiva importancia política, como la
epidemia de Ébola, irrumpan en la precampaña si las autoridades no son capaces de controlarla
y de explicar a los ciudadanos porqué no se tomaron las medidas preventivas necesarias
en nuestras fronteras.
Pero, no solo Cataluña tiene su
singularidad política, otras regiones, como Asturias, también tienen sus
peculiaridades. Cuando, merced a los navajazos traperos entre algunos conspicuos
del PP, se apartó a Francisco Álvarez-Cascos de la candidatura a la presidencia
del Principado y éste, como respuesta, creó su propio partido político, nadie
pensaba que se estaba fraguando un verdadero terremoto que puso patas arriba el
statu quo imperante. Cascos ganó las elecciones, algo que casi nadie esperaba,
porque supo recoger el voto de muchos asturianos indignados, no solo de derechas,
que estaban hartos de las fechorías y tejemanejes del Gobierno de Areces, a lo
que había puesto la puntilla los escándales de corrupción en la Consejería de
Educación. No voy a relatar aquí todo lo que pasó después, porque es de sobra
conocido, pero sí advertir que las circunstancias que se van a dar en las
próximas elecciones autonómicas y municipales de 2.015 no tienen nada que ver
con las que había en Asturias en 2.011. En efecto, aunque sigue el pacto tácito
entre el PSOE y el PP, que cada vez es mas explícito, IU ha roto
definitivamente con los socialistas, por lo que será muy difícil la formación
de Gobiernos de progreso si el PSOE no da un claro giro a la izquierda, algo
que, a pesar de su caída libre electoral, de momento, no se plantean los
socialistas. También es muy importante tener en cuenta la irrupción de Podemos.
La formación de Pablo Iglesias no se ha erigido en una alternativa de Gobierno,
porque muchas de sus propuestas son demagógicas, pero sí en un instrumento útil
para los descontentos, que son muchos, y que piensan utilizar su voto como un
castigo hacia el poder establecido. Surge una paradoja, aunque ideológicamente
están en las antípodas, tanto Foro Asturias como Podemos comparten una buena
parte del nicho electoral.
Yo creo, por un cúmulo de
circunstancias, que las elecciones del próximo año, como sucedió con las
europeas, se van a dilucidar en una clave ajena al enunciado de los comicios y
que los partidos que no hayan sabido adaptarse al cambió súbito que ha
propiciado la falta de respuestas a los problemas de la gente, como les ocurrió
a los dinosaurios hace 65 millones de años, entrarán en declive o, simplemente,
desaparecerán.
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