jueves, 28 de agosto de 2014

HOLLANDE GIRA A LA DERECHA

El presidente francés, François Hollande, ha cedido a las presiones del gran capital y al envite del primer ministro, Manuel Valls, que había presentado su dimisión al no estar de acuerdo con una buena parte de los ministros de su propio gabinete. Hollande no ha aceptado la renuncia y ha encargado a Valls la formación de un nuevo Gobierno, en el que cambian los ministros de Economía, Educación y Cultura, es decir, el que va a meter tijera y dos de los que mas van a sufrir los recortes.
La misión de Valls era la misma que se encargó a otros partidos socialdemócratas en Europa, al PSOE, en España, al PASOK, en Grecia, o el SPD, en Alemania, por ejemplo, hacer el trabajo sucio a la derecha si esta no puede gobernar, o colaborar con ella en los Gobiernos. Los socialistas habían llegado al poder en Francia después de una larga travesía del desierto y de luchas cainitas en las que algunos históricos cayeron en desgracia mientras emergieron nuevos personajes que habían estado en un segundo plano. Hollande supo moverse entre bambalinas y recibió el apoyo del gran capital francés, en concreto de la banca judía Rotchild, cuyo dinero movió voluntades políticas y electorales. Pero, a la vista está, el que paga, manda.
Manuel Valls, el primer ministro francés nombrado por el presidente Hollande, enseguida hizo ver sus intenciones, que no eran otras que llevar a la práctica las mismas recetas derechistas que se han aplicado en casi todos los países de la UE. No es que Francia no necesite un ajuste y una racionalización del gasto, en eso estamos de acuerdo casi todos, sino que, como ha sucedido en España, los recortes solo los sufrirán los trabajadores y las clases menos pudientes.
Pero, mientras el PSF estuvo alejado del poder se produjo un corrimiento hacia el rojo de su espectro político, no solo en sus militantes y sus votantes, que no estaban en absoluto de acuerdo con las políticas de Sarkozy y que veían en la extrema derecha que lidera Marine Le Pen una amenaza para Francia, también en sus cuadros y en algunos de sus dirigentes. En efecto, la crisis de Gobierno ha estallado porque el dimitido ministro de economía, Arnaud Monteboug, había exigido, en una entrevista publicada por el diario “Le Monde”, un cambio de rumbo económico, en ella sostenía que se debía priorizar la salida de la crisis antes que la contención del déficit, como han hecho los Gobiernos de EE UU, Reino Unido y Japón con bastantes buenos resultados; porque es cierto que la Deuda de esos países sigue aumentando, pero ya todo el mundo sabe que esas cifras estratosféricas de dinero nunca se van a pagar. Se puede acusar a unos de irresponsables al hinchar hasta la imprudencia la burbuja de la Deuda, pero aún es peor, como hacen los otros, utilizar la coartada de la crisis para ahondar en las diferencias sociales y dejar a millones de personas al borde de la indigencia mientras una minoría gana mas dinero que nunca. Los ministros de Educación y Cultura, que ya estaban viendo las barbas del vecino pelar, también hicieron manifestaciones públicas en el mismo sentido que Monteboug.
Manuel Valls, dijo a Hollande que o Arnaud o él, y el presidente francés no perdió un minuto en encargar al primer ministro la formación de un nuevo Gobierno, donde han sido suprimidos los díscolos y donde se ha dado la cartera de Economía a un joven de 36 años, Emmanuel Macron (recuerde usted el nombre porque traerá cola) que, no por casualidad, es amigo personal de Hollande y trabajó en la banca Rotchild.

El gran capital europeo ha cometido un error estratégico muy grande, porque Francia siempre ha sido el motor de cambios profundos en el Viejo Continente, y la derechización grosera del PSF tendrá la consecuencia de que emerjan con fuerza organizaciones de izquierda que llevan mucho tiempo velando armas y que tienen el “aparato” y la capacidad para la rebelión.

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